viernes, 2 de septiembre de 2011

¡Qué cosas!




Una multitud increíble iba gritando y creando un caos increíble. Yo iba con mi familia rumbo al parque a disfrutar de un día cualquiera. Mis hijos encantados iban saltando y jugueteando en el camino. Como cualquier niño normal iban tirando de mis manos para que los acompañe a jugar fútbol, con una vieja pelota, con ellos.


Mi esposa, qué linda esposa, una mujer elegante, con un cabello hermoso, unos pies muy bien cuidados, en fin una princesa. Pero bueno, regresando al punto. Iba con mi familia a disfrutar de un buen día soleado. Caminando mis hijos me pidieron les comprara una mascota, pero no cargaba mucho dinero en mi bolsillo, así que preferí buscar una salida a ese problema. En eso se me ocurrió decirle a mi familia que era muy raro ver a tanta gente gritar y reunida creando un escándalo tan grande. Mi hermosa esposa solo asintió con su cabeza y rápido olvidamos lo del dinero, dándole poca importancia a lo que ahí sucedía.


Bueno, seguimos jugando con mis hijos. Uno de ellos me dijo que tenía el sueño de llegar a ser Presidente de la república. Yo solo mostré una sonrisa y no dije nada. Pero, mi esposa se molestó conmigo por no inspirar más a mi hijo para que alcanzara sus sueños. Luego, solo pedí perdón y lo animé a que luche por sus sueños.


Luego de hablar con mi amado hijo, me di cuenta que no contábamos con los recursos para darles el estudio universitario. Mi corazón se llenó de dolor y angustia, puesto eran los sueños de mi amado hijo.


Pasados los minutos, volví a ver a la multitud y caminaban lento, pero siempre gritando cosas que no lograba entender a lo lejos. Bueno, pero para sorpresa mía mi otro hijo mientas jugaba se tropezó y se hizo un moretón en la pierna. Sin darle mayor importancia lo que la turba de gente hacía, corrí hacia donde mi hijo y lo ayudé.


Lo limpié muy bien, lo cargué en mis brazos y se lo entregué a mi esposa para que lo cuidara mientras yo seguía jugando con mi otro retoño. Mi hijo hacía unos disparos increíbles, apenas lograba capturar la pelota. De repente, en uno de esos disparos, vi que la multitud enardecida se había quedado estática. Pero, seguí jugando con mi hijo, sin darle importancia a lo que ahí sucedía.


En uno de esos disparos la pelota salió rebotando hacia la multitud, no me quedó más que ir por ella. Cuando me acerqué ahí, sin mayor importancia, tomé la pelota con mis manos, pero un policía me gritó que quién era yo. Yo, solo dije que no hacía más que ir por la pelota de mi hijo. No me importa me dijo el policía. Ven acá me gritó. Yo asustado me acerqué lentamente. Mi familia al otro lado solo me miraba con unos ojos de temor indescriptible.


Cuando llegué dónde el policía me dijo: Tú te ves muy bien cuidado y atlético. Yo respondí: Sí, trato de hacer un poco de ejercicio. Bueno, en vista de que eres muy atlético y se ve también que eres inteligente quiero que me digas que te parece lo que hacemos con este ladrón, me dijo el señor agente. Yo solo respondí que no me interesaba lo que ahí pasaba, que yo solo estaba disfrutando con mi familia.


Pero, al policía le importó poco. Me dio un empujón y me dijo: Ahora ya estás involucrado aunque no quieras. Me acerqué al hombre, le di mi mano para saludarlo. El tipo estaba todo sucio lleno de saliva y lodo. Las personas lo avergonzaban demasiado. Yo no entendía qué pasaba. El hombre estaba todo andrajoso, la verdad se veía asqueroso, no lo quería ni tocar. No quería saber nada, yo solo estaba disfrutando con mi familia.


Por una pelota que rebotó, por casualidad tenía que responder por un delincuente. Cuando menos sentí, el policía me gritó que dejara de estar perdiendo el tiempo, que le ayudará al hombre a cargar su cruz. Yo me negué. Pero, cuando vi esos ojos de amor, entendí que lo que hacían era injusto. Cuando cargué mi cruz y seguí a ese hombre, entendí que de esa forma iba a poder cumplir los sueños de mis hijos. Jesús, ese hombre, con ojos de amor, sin conocerme me dio las gracias por ayudarle. Él probablemente no necesitaba mi ayuda. Pero, me demostró que sí le importo y que su amor es inmenso para ayudarme a cumplir mis sueños.


Gracias a esa pelota que no fue por casualidad, ahora conozco el amor de Dios. Ahora sé que puedo decir que soy su hijo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario