sábado, 10 de septiembre de 2011

Jesús y Nicodemo


En el capítulo 3 del libro de Juan vemos que, Nicodemo era un fariseo principal entre los judíos, el vino de noche a Jesús. La pregunta es ¿Por qué vino de noche? Quizás él no quería ser juzgado por los otros fariseos que estaban en contra de Jesús, él sabía en su interior y conocía que Jesús era más que una persona común, pero no lo conocía como el Cristo que decían las profecías que con tiempo y tiempo se estaban anunciando antes de su llegada…sabía muy dentro de sí que Él era el maestro que venía de Dios...Pero... ¿Por qué? él le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, sino está Dios con él. (Juan 3:2)

Jesús le respondió que si no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Sabemos que Jesús se estaba refiriéndose a sí mismo como “REINO DE DIOS”. Ahora sustituyendo esa palabra tenemos lo siguiente “Nicodemo en verdad te aseguro que el que no naciere de nuevo, no puede ver a Jesús”… ver a Jesús significaba ver más allá de la realidad, ver con los ojos espirituales lo que realmente es Jesucristo. 

Nicodemo se sorprendió al ver a Jesús con tanta seguridad en sus palabras, pero Nicodemo todavía no entendía lo que realmente significaban esas palabras, es por eso que preguntó: ¿Cómo  puede un hombre nacer, siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Nosotros como Cristianos ya salvos, sabemos a qué se estaba refiriendo el Señor al decir que el que no naciere de agua y de espíritu. Todos nosotros hacemos público nuestro arrepentimiento y nuevo nacimiento en el Espíritu al ser bautizados en agua, es ahí cuando realmente dejamos morir nuestra carne junto con nuestros pecados para resucitar a una vida de de eternidad. Jesús vio la impresión de Nicodemo, me imagino a Jesús riéndose y diciendo que no se sorprenda, no te asustes, cuando una persona nace de nuevo, es como el viento que sopla por cualquier lado, no sabes de dónde viene ni a dónde va, pero lo escuchas.

¡El viento está ahí! ¡Sabemos que hay un Dios, creemos que hay un Dios, escuchamos de un Dios que vive y reina y lo más sorprendente es que nos ama! ¡Qué maravilla! La carne muere, nosotros morimos junto con ella, pero nuestro espíritu crece, las leyes naturales son cambiadas por leyes espirituales desde que decidimos nacer de nuevo en el Espíritu.

Nicodemo ya estaba más que confundido, ya no sabía de lo que el maestro estaba hablando. ¿Cómo esto puede ser posible? Nicodemo era una persona que estudiaba las escrituras y no podía entender lo que realmente Jesús le estaba queriendo dar a entender. Pero Nicodemo por más que quería entender no podía, él decía en sí mismo que no puede ser lo que él estaba diciendo.  

Jesucristo hablaba lo que sabía y lo que había visto, Él podía estar seguro de lo que hablaba, pero los fariseos no veían con agrado lo que predicaba, no podían entender cómo este maestro hablaba cosas que estaban fuera de este mundo no podían entender como Él tenía una seguridad impresionante en sus palabras.

Es por eso que Jesús le dijo: Las cosas terrenales por más que yo se las explico no entienden, ¿Cómo van a entender las cosas celestiales? Jesús no estaba hablando de algo que no se pueda entender como las celestiales, Él estaba hablando de ALGO QUE SÍ ES POSIBLE ENTENDERSE.

Nadie ha subido jamás al cielo, solamente el que descendió del cielo, ese subirá al cielo ¿Y quién es el que descendió del cielo? Pues el hijo de Dios, JESÚS y todo el que cree en Él, tendrá vida eterna por medio de un nuevo nacimiento de Espíritu. Morir para poder vivir.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:16-18)

Cristo no vino para condenar al mundo, ni para juzgar al mundo. Él vino para que por medio de Él pudiéramos alcanzar la salvación y reconciliarnos con Dios. Así que tenemos dos opciones “creer o creer” y si no creemos ya estamos condenados, eso es lo que Dios no quiere. Si no creemos en Él ya estamos condenados porque preferimos las tinieblas que la luz que vino a nosotros para darnos vida, cuando nosotros practicamos lo malo, aborrecemos la luz, y tenemos temor de que nuestras obras queden al descubierto, que descubran todas las cosas y perversiones que hacemos y todo eso es lo contrario del que practica la luz. (Juan 3:19-21)

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