jueves, 19 de julio de 2012

Guerreros humildes


Aquel día Débora y Barac hijo de Abinoán entonaron este canto: “Cuando los príncipes de Israel toman el mando, cuando el pueblo se ofrece voluntariamente, ¡Bendito sea el SEÑOR! ¡Oigan, reyes! ¡Escuchen, gobernantes! Yo cantaré, cantaré al SEÑOR; Tocaré música al SEÑOR, el Dios de Israel”. (Jueces 5:1-3)

Débora significa “abeja”, y sin duda Dios usó el aguijón de esta mujer para ganar una gran batalla. Débora gobernaba Israel, un pueblo conocido por privilegiar a los hombres por encima de las mujeres y más aun en épocas de guerra.

Hoy sabemos que todavía se trata mal a las mujeres en algunas zonas del medio oriente, así que imaginemos lo que sería esta Lara Croft de tiempos antiguos para que hubiera sido nombrada como jueza.

Su historia se encuentra al comienzo del libro de los jueces. Un rey cananeo llamado Jabín había enviado a Sísara, su principal general, a atacar a los israelitas con sus tropas y novecientos carros de hierro, lo que constituía un ejército brutal en aquel entonces.

Pero Débora, confiando en el Señor, mandó a organizar el ejército del pueblo de Dios. Hizo llamar a Barac, que evidentemente era un excelente guerrero y no tenía miedo de ser liderado por una mujer, y le confió la batalla explicándole cuál iba a ser la estrategia.

Pero Barac quería ir con la jefa. Evidentemente ella contaba con el respeto del pueblo, la admiración del ejército y el favor de Dios. Él le dijo: “Sólo iré si tú me acompañas; de lo contrario, no iré” (Jueces 4:8)

Débora le respondió algo muy interesante: “¡Está bien, iré contigo! – Dijo Débora-. Pero, por la manera en que vas a encarar este asunto, la gloria no será tuya, ya que el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer.” (Jueces 4:9).

El cuadro era el siguiente. Si ella iba, la gloria sería suya. Las malas lenguas iban a decir que la victoria había sido lograda por mano de una mujer y no gracias a Barac.

Pero evidentemente, ninguno de los dos estaba interesado en ser el que llevara la gloria. A Barac no le importaba compartir la gloria con Débora, y ella había demostrado que su intención inicial era que Barac se quedara con los laureles. No sorprende, entonces, que todo terminara con una estruendosa victoria.

Mucho se puede lograr, con la ayuda de Dios cuando no nos importa quién recibe el crédito.

Pidámosle al Señor tener nuestras prioridades en su lugar, porque queremos ser guerreros humildes que luchen por su iglesia sin pensar en llevarnos siempre la gloria. Porque la Gloria y la Honra son para Dios. 


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