martes, 17 de julio de 2012

¿Dónde estoy?


“Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 8:39)

La verdad muchos hemos pronunciado un sinfín de ocasiones este versículo. Muchas veces lo hemos escuchado en predicaciones y hemos dicho un efusivo “amén”. Pero hemos dejado de orar y leer la Biblia, he ahí que nos estamos alejando de Dios.

Es verdad que la Biblia dice en Juan 6:37 “Sin embargo, los que el Padre me ha dado, vendrán a mí, y jamás los rechazaré”. Pero, yo no me estoy refiriendo al hecho que si la salvación se pierde o no. Me refiero al hecho que nuestra poca comunión con Dios nos hace que nos alejemos de escuchar esa linda voz que nos conduce en la vida. Hace que nos vayamos a millas de distancia de esa mano que nos orienta en los lugares que debemos de caminar.

Pueden haber mil excusas del por qué no hablamos con Dios y no leemos la Biblia. Pero la verdad es que ninguna de ellas es valedera. Cuando dejamos de orar nuestra vida se vuelve insípida, no tiene alegría, cambiamos de estado de ánimo a cada momento. No nos gusta nada, criticamos todo y nos aburrimos en la iglesia.

No, no es el pastor que no preparó el mensaje, no es que la alabanza no te haya gustado. El gran problema es la poca comunión con Dios. Debemos aceptar que hemos cometido errores tan tontos solo por el hecho de estar alejados de nuestro Dios.

Es por ello que es momento de preguntarnos ¿Dónde estamos? Esta respuesta tiene palabras muy fáciles para ser desarrollada: Si tú no oras, ni lees la Biblia y sólo vas a la iglesia con cierta frecuencia; con eso dices que tienes comunión con Dios. Con gran facilidad te digo que estás viviendo religiosamente y no en una comunión con Dios.

Te lo pongo fácil: Chequea tu vocabulario, chequea cuál es tu prioridad, chequea las veces que has ofendido a alguien y te ha importado poco, chequea tu actitud en la iglesia, chequea si has ignorado a alguien que te ha pedido ayuda. Si los síntomas anteriores persisten, es momento de parar de vivir religiosamente y acudir a Dios en ayuda. Él es el único que puede sanar esa enfermedad.

Cuando nos sumergimos en la palabra de Dios, cuando vivimos en oración constante, viviendo la Biblia, creyendo la Biblia; nuestra vida tendrá un sentido muy lindo y una compañía increíble: Dios.

Recuerda que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla. Dios te bendiga.


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