domingo, 29 de enero de 2012

Juzgar nos impide superarnos


No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás. ¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo del otro hay una basurita, y no te dieras cuenta de que en tu ojo hay una rama. ¿Cómo te atreves a decirle a otro: “Déjame sacarte la basurita que tienes en el ojo”, si en tu ojo tienes una rama? ¡Hipócrita! Primero saca la rama que tienes en tu ojo, y así podrás ver bien para sacar la basurita que está en el ojo del otro. Mateo 7:1-5

Juzgar nos impide superarnos y ayudar a los demás.

Muchos toman este pasaje bíblico como un regaño, pero yo lo tomo como una enseñanza y una orden. Como cristianos sabemos que el único justo es Dios y que quien juzgará a la sociedad entera, sean o no hijos de Él, será Dios. También sabemos que no debemos juzgar porque este versículo se nos ha repetido una y otra vez.

Cada vez que hablas de alguien, no digo necesariamente hablando mal de esa persona, pero siempre habrá alguien diciéndote “No juzgues”. En tu mente esa frase está más grabada que el himno nacional de tu país. Y aquí está lo malo, nos hemos enfocado tanto en el “no juzgar” que se nos ha olvidado el resto del mensaje de este versículo.

Perdemos el tiempo viendo a los demás en vez de vernos a nosotros mismos. Y eso es completamente lógico ya que nuestra óptica, nuestros ojos naturales, ven lo que nos rodea pero no hacia el interior. Sólo con ojos espirituales podremos vernos a nosotros mismos. Con los ojos de Dios podemos examinarnos y decidir cambiar aquellas cosas que no estamos haciendo bien.

Dios nos ha dado un espíritu de dominio propio y nos ha dado la capacidad de darnos cuenta qué está bien y qué está mal ya que los principios están en la Biblia. Podemos examinarnos a nosotros mismos y decirle al Señor “Señor, sé que no estoy bien en esta área de mi vida, pido que me restaures y que me ayudes a cambiar”. Eres capaz de hacer eso.

Juzgar nos impide superarnos. El tiempo que pasamos viendo lo que los demás hacen o cómo los demás prosperan, es tiempo perdido para nosotros mismos crecer. El dedo con el que señalas, si lo entregas a Dios, puede convertirse en una mano extendida dispuesta a ayudar a aquellos que has criticado.

El mensaje de Jesús no sólo era que no debíamos juzgar, sino que debemos examinarnos y luego, una vez ya restaurados, tenemos como DEBER ayudar a los demás. Cuando nosotros estamos alineados al cien por ciento con el Espíritu de Dios, nos transformamos en un arma de bendición.  Jesús ayudará por nuestras manos, caminará por nuestros pies, pensará por nuestra mente, sentirá por nuestro corazón y lo que hables, será Jesús hablando por medio de ti.

Es tiempo de examinarnos para, en vez de juzgar, convertirnos en una bendición. Cuando decidimos ser una bendición, Dios nos dará bendición primero a nosotros, y luego nos dará de más para ayudar a los demás. Así que saldrás siempre tú ganando y la gente que te rodea. Examínate, pídele perdón a Dios y a aquella persona que juzgaste, y deja que Jesús actúe por ti.



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