sábado, 28 de mayo de 2011

Mi amada ovejita


Yo soy el buen pastor; y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. Juan 10:11

¿Qué pasa cuando ves un rebaño de ovejas? Seguramente ves exactamente eso: un rebaño, simple y sencillamente eso, tan solo un montón de lana, tan solo un montón de pezuñas yendo de aquí para allá. No ves una oveja, ves ovejas. Todas iguales y ninguna diferente, eso es lo que ves. Pero el pastor no lo ve de esa manera. Para el pastor cada oveja es diferente una de la otra. Cada cara es especial para él. Cada una tiene una historia diferente y cada oveja tiene un nombre especial. La de los ojos tristes, esa es Connie. Y a esa oveja traviesa la llamó Danny. Y aquel pequeño triste del rincón que está pasando por un mal momento, lo llamó Lucas. El pastor conoce muy bien a sus ovejas. Las llama por su nombre.

Cuando vemos un montonal de personas, vemos exactamente eso: un montonal. Llenando un estadio o en los centros comerciales, en los parques. Cuando vemos un montonal de personas, vemos gente, no personas, sino gente. Una manada de humanos yendo de aquí para allá, un rebaño de rostros. Eso es lo que vemos.

Pero no lo ve así el Pastor, para Él cada rostro es diferente. Cada cara tiene una historia. Cada rostro es un joven. Cada joven tiene un nombre. La de los ojos tristes y llorosos, su nombre es Diana. Y ese joven travieso su nombre es Alex, y aquella pequeña triste del rincón que está pasando por un mal momento, su nombre es Ale.

El Pastor conoce a cada una por su nombre, Él las conoce perfectamente. El pastor te conoce a ti, conoce tu nombre y nunca lo olvidará  << En las palmas de las manos te tengo esculpida >> Isaías 49:16.

¡Él te conoce tan bien que tiene escrito tu nombre en sus manos! ¡Qué SORPRENDENTE, ¿No te parece?! Quizás tu nombre lo veas alguna vez en diplomas o en algunos sitios especiales, pero pensar que tu nombre está en las manos de Dios y en los labios de Dios ¡Simplemente es increíble!

Sé que es difícil creer que Dios conoce tu nombre. Pero sí, lo conoce. Escrito en su mano está. Expresado por su boca. Susurrado por sus labios. Tu nombre. Y no solo el nombre que ahora tienes, sino el nuevo nombre que Él te tiene reservado. Un nuevo nombre que El te dará si vencieres (Apocalipsis 2:17), pero ese es otro tema.

Tristemente hay ovejas solitarias y rezagadas, que tropiezan en la oscuridad con una maraña de emociones y temores cada vez mayores. Con ojos nostálgicos y las mejillas manchadas por las lagrimas, caminan sin rumbo, sin estar seguras de su camino; desean la dirección de la vara del pastor, cojeando anhelan el toque del gentil pastor. Muchas llegan a escuchar el sonido de una voz que llama su nombre. El alivio inunda su cansado corazón cuando el pastor las levanta sobre sus hombros. Lagrimas de gratitud llenan sus ojos cuando Él sana sus golpes y magulladuras. La Biblia dice que todos, como ovejas, nos hemos extraviado. Pero JESUS nos llama, nos cuida y nos lleva a casa.

Él no te tiene olvidado. Él está más cerca de lo que puedes creer. Dios te conoce íntimamente. Te recibe y adopta para que tú le cuentes tus problemas. Él ha ofrecido llevar tus cargas. Su bondad toca los rincones más profundos de tu corazón, dándote consuelo, seguridad y paz. Él conoce tus penas secretas, también conoce los deseos de tu corazón. Conoce tu color favorito, tus flores favoritas, tus ideas favoritas. Jesús sabe lo que te llena de gozo y sin lugar a dudas Él sabe como sorprenderte. Sabe lo que siempre has anhelado.

Uno por uno Jesús cuida de sus ovejas de manera individual. Personalmente se ocupa de nuestras necesidades. Todos recibimos de Su amor.


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