domingo, 5 de agosto de 2012

¡Llevamos Su nombre!


No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. (Isaías 43:1)

Ser cristiano no significa sólo “seguir a Cristo”, sino más bien SER de Cristo. Cuando tú te presentas a alguien como cristiano, la gente debería de ver a Jesús en ti. Nos hemos olvidado que, desde el momento en que hemos nacido de nuevo, estamos llevando Su nombre a donde quiera que vayamos.

Quizás algunos de los que leen esto nacieron en familia cristiana, otros quizás llevan pocos o muchos años, o meses, pero TODOS llevamos el nombre de Cristo: CRISTianos. Por lo tanto, lo que hoy quiero que entendamos, es que no debemos dejar ese nombre Santo en vergüenza. Cuando nosotros actuamos mal, el que queda mal es Dios.

Hoy en día vivimos en un mundo de críticos. Hay más personas fijándose en la vida de los demás que en la propia. Y nosotros, los cristianos, somos centro de las críticas. Tenemos a los incrédulos, los ateos, y demás gente alrededor que se ha convertido en críticos de nuestras vidas. Miran cada paso que damos como cristianos y están a la espera de que fallemos. ¿Eso ha de importarnos? Claro que no, pero sí debe importarnos que Dios también nos esté mirando.

Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.” (2 Crónicas 16:9) Es bello pero duro este versículo a la vez. Muestra a un Dios precioso dispuesto a ayudarnos, sí, pero sólo si logramos tener un corazón perfecto para con él. ¿Qué significa? Que debemos de buscar la santidad, hermanos. Debemos de buscar agradarle a Él y no a las personas. No avergoncemos Su nombre, ¡lo llevamos día a día!

Entendamos que es necesario que cambiemos muchas cosas para agradar a Dios. Sé que cuesta, nos cuesta tanto dejar ciertas cosas atrás, pero si hemos nacido de nuevo y si llevamos el nombre de nuestro Señor, es necesario.

Dios iba a encomendar a Moisés una gran tarea. Cuando lo llamó sus palabras fueron “Cuando Dios vio que Moisés se acercaba, le gritó: “¡Detente Moisés!”. Moisés contestó: “¡Qué pasa, Señor!”. Dios le dijo: “¡No te acerques más! ¡Quítate las sandalias, porque estás en mi presencia!”.” (Éxodo 3:4-5) ¿Qué le quería decir Dios a Moisés con esto? Que Dios es Santo, que no podemos llegar con nuestro andar desprolijo, rebelde y desinteresado en Su presencia. Debemos quitarnos las sandalias y comenzar a caminar como Él quiere. Dios no lo hace porque sea soberbio, sino porque sabe lo que es mejor para nosotros.

Todo lo que salga de nuestra boca, todos nuestros actos, todas nuestras acciones, toda nuestra vida debe decir: SOY DE CRISTO. Basta de esa rebeldía de “esto a Dios no le va a molestar”, perfectos no seremos nunca como Dios, pero sí estamos llamados a Santidad, a excelencia, somos linaje escogido. Actuemos como tales. “Y todo lo que hagan o digan, háganlo como verdaderos seguidores del Señor Jesucristo, y denle gracias a Dios el Padre por lo que Cristo ha hecho por ustedes.” (Colosenses 3:17)

Este mundo regido por Satanás te ofrece tantas distracciones, tantas perdiciones, tantos vicios y placeres, que a lo único que te llevarán, por más bonitos que suenen, es a la destrucción total de tu vida y luego al infierno. Suena duro, pero la Palabra de Dios no nos ha sido dejada en vano, sino para vencer contra toda tentación, todo mal, todo impedimento para llegar a Dios.

Aférrate a la instrucción, no la dejes escapar; cuídala bien, que ella es tu vida. No sigas la senda de los perversos ni vayas por el camino de los malvados. ¡Evita ese camino! ¡No pases por él! ¡Aléjate de allí, y sigue de largo! Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad.” (Proverbios 4:13-15;25-27)

Llevemos el nombre de Cristo como se debe, llevémoslo con amor, con poder, con humildad, con sabiduría. Somos CRISTianos, somos hijos del Altísimo. Cuida tu palabra antes de hablar, que todo lo que salga de tu boca sea de bendición para quienes te rodean. Habla como Jesús hablaría. Seamos dignos de ser llamados cristianos; sólo así callaremos la boca de los que dicen “Y éste dice ser cristiano…mira cómo vive, mira cómo es…”. ¡Hagamos valer el nombre de Jesús! Tú vales mucho ante Sus ojos, haz que tu vida valga.


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