martes, 21 de febrero de 2012

¿Estás listo? ¿Seguro?


“Y Pablo, según su costumbre, fue a ellos y por tres días de reposo discutió con ellos basándose en las Escrituras, explicando y presentando evidencia de que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos, y diciendo: Este Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo”. Hechos 17:2-3

Todos, cuando en una predicación dicen que vamos a ir a las naciones a predicar el evangelio, vamos a ir a hacer discípulos a todos los países, declaramos está nación para Jesús, gritamos un amén despavorido creyendo que así la gente creerá y se arrepentirá.

Para iniciar, debe quedar claro que no son tus palabras las que convencen de pecado a este mundo, es el Espíritu Santo de Dios.

Para continuar, debes estar seguro que cuando predicas, debe ser Dios el que hable, no tus capacidades o experiencias personales.

Continuando: Pablo fue un hombre muy docto en lo que él hacía. Pablo, estaba sabedor que se iba a enfrentar a conocedores en ciencias, literatura, medicina etc., si no te has dado cuenta, es de la antigua Roma de la que se habla. De donde salieron los grandes pensadores, de los cuales aún se habla y mucha gente basa su diario vivir.

¿Cómo reaccionas tú? ¿Cómo predicas tú? Notemos que Pablo discutió con ellos basándose en la palabra de Dios. Pablo no basó su discusión en posiciones personales o experiencias personales. Pablo sustentó su discurso con la palabra de Dios ¿En qué basas tus palabras? ¿De qué hablas cuando predicas? ¿De quién hablas cuando predicas? Son preguntas que te debes hacer, son preguntas que debes responder.

“Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos; y mujeres griegas distinguidas, y no pocos hombres”  (Hechos 17:11). Bien me lo decía una profesora mía “Para muestra un botón”. La palabra de Dios es clara de lo que debemos hablar y de quién debemos hablar.

Deja que sea la palabra de Dios la que toque los corazones de las personas. No luches en tus propios medios, así nunca lograrás nada en Dios. Cuando hables de Dios, deja que sea Dios el que hable. Calla tu boca y deja que tu corazón hable.

Que nada del mundo calle tu corazón. Pero, tú refrena tu boca, sé prudente en tu hablar y andar. Glorifica a Dios con toda tu vida, SÉ EJEMPLO. Recuerda que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla.



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