miércoles, 10 de abril de 2013

Un amor Correspondido









 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. (1Juan 4:10)

Hablar de Dios es sobrenatural, sobrepasa las barreras que los sentido nos autoimponen, y abre la posibilidad a creer que lo imposible es posible. Hablar de una relación con Dios es decir más que asistir rutinariamente a las reuniones dominicales de nuestra iglesia, a tener amigos cristianos, a participar en los convivios o a hablar de temas dignos de ser tratados en ese ambiente. Relación con Dios es estar seguro de que lo amo por lo que es, y no por lo que me da.
 
Me di cuenta de que para casi todos los que han escuchado de Dios – y aun más para aquellos que se identifican como cristianos— está el entendido de que “Él lo merece todo de nosotros”, la frase está bien cimentada en sus mentes, pero si lo creemos, deberíamos actuar según ella, no sólo decirla. Llevar las palabras a la acción parecer ser el “detalle” que hemos omitido. Si comprendiéramos lo que es amar, podríamos entender de qué se trata tener una relación genuina con él. 

Amarlo es dejar de hacer o actuar de algún modo porque quiero; no porque me obliguen.  Pensar y repensar antes de actuar cuando algo adentro nos dice que no es lo correcto, y detenernos no por miedo a un castigo, sino porque existe un genuino deseo de hacer lo correcto. ¿Cómo te sentís cuando sabes que has errado al blanco, tal como en un juego de dardos? La diferencia entre el que ama y el que no, es que al primero le duele haber fallado, pues aunque sabe que no es perfecto, no se aferra a ello para comportarse desenfrenadamente; en cambio el segundo (el que no ama) apenas si recuerda lo que ha escuchado de la misericordia de Dios como un confort para seguir pecando.

 Parte de los frutos de alguien que respeta, honra y ama a Dios es que no puede sentir odio por nadie, de lo contrario, no estás amando a Dios, es más, el que aun así se atreve a decir que lo ama es llamado mentiroso. 

Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano. (1 Juan 4:20-21)

Recorda que Jesús murió para hacerte nueva persona, ¿qué cambios hay en vos? Aun una mejor pregunta: ¿Tu comportamiento se diferencia del de los demás?

El que ama desea compartir con la persona a le que ama, intenta crear una relación con Él. Esto no es un cuento de hadas… Jesucristo vive, resucito. Y ahora, como él lo dijo, está sentado a la derecha de Dios… ¿Acaso vino y pagó lo que nosotros debimos haber pagado para que nosotros minimicemos el valor de su entrega  limitando nuestra búsqueda de su compañía a horarios preestablecidos? Si dice que Él nos escucha, deberíamos hablar con él más a menudo. Y hablar no sólo para ver que más le podemos pedir, sino también para agradecer. Para buscar entender sus planes.

Pregúntate si estas amando a Dios. Esto no lo puede responder ningún otro que vos mismo. No dejemos pasar otro día sin asegurarnos que en verdad lo estamos amando y que actuamos según ese amor que profesamos. Y cuando sientas que te detienes, es porque la relación reclama más de tu parte.
 
Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta. (Libro de Romanos 12:1-2 NTV)




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