jueves, 11 de abril de 2013

El arma más poderosa










“cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entro en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.” (Daniel 6:10)

Todos conocemos la historia de Daniel de cómo fue que el rey Darío dio órdenes para que enviaran a Daniel al foso de los leones por haber desobedecido su ley de no hacer peticiones a otros dioses que no fueran Él.

En este pasaje de la biblia podemos observa como Daniel a pesar de las ordenes impuestas por el rey y conociendo las consecuencias que traería si desobedecía, no se dejo dominar y fue fiel a Dios y al poder que tiene la oración.

Ya que solo a través de este acto de obediencia y fidelidad y de su constante clamor e intimidad con Dios fue que él pudo ser liberado del foso de los leones.

Todo buen cristiano sabe que nosotros como hijos de Dios tenemos un arma poderosa y que gracias a nuestro Padre podemos hacer uso de ella en cualquier momento.
Creo que está más que claro que esta arma es la ORACION.

En las congregaciones los pastores en muchas ocasiones basan sus mensajes en el poder que la oración tiene y que es el elemento más importante que todo hijo de Dios debe tener en su caminar diario.

Sabemos que en un momento de dificultad, de duda, de tristeza o desesperación un momento de intimidad con Dios nos puede ayudar a solucionar todas estas circunstancias.
Pero hay un problema que nos afecta a muchos de nosotros y es que no hemos llegado a comprende el poder de esta “arma”.

Muchos únicamente la utilizamos cuando nos encontramos en situaciones que agobian nuestra vida y a las cuales no les hayamos solución. Cuando todos estos problemas llegan a nuestra vida, comenzamos a tener una vida de oración bastante intensa y aprovechamos cada momento que tenemos para hablar con Dios y manifestarle nuestra petición.

No es malo que en momentos de dificultad busquemos a Dios, porque sabemos que es el único que puede hacer las cosas posibles cuando parecen imposibles.

Un soldado nunca deja su arma en la guerra solo porque en esos momentos no están siendo atacados, lleva consigo siempre el arma; ya que no sabe en qué instante en enemigo puede atacar nuevamente.

Pues lo mismo debe suceder con nosotros, como anteriormente se menciono nuestra arma es la oración y nuestra vida es la guerra que estamos luchando, para vencer las adversidades que el enemigo quiere poner a nuestro paso.

Por lo tanto como buenos soldados de Cristo jamás debemos soltar nuestra arma. No hagamos uso de la oración solamente cuando nos encontremos en dificultades, nuestra oración debe ser constante sin importar la situación en la que nos encontremos.

“orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17)

Como lo ha dejado escrito Dios en este pequeño versículo, nuestra oración debe ser constante. ¿Qué quiere decir esto? Que nosotros debemos estar en oración con Dios en todo momento, ya sea si nos encontramos en buenas circunstancias o en situaciones bastante difíciles.

Sabemos que aparte de ser el arma más poderosa que tenemos, también es lo que nos mantiene en comunicación con Dios, por lo tanto es un elemento vital en nuestras vidas.
Como hijos de Dios no podemos descuidar nuestra comunicación con Él, ya que solo por medio de la oración nos podemos acercar más a Él y nos mantiene activos en nuestra vida espiritual.

Pero hay algo muy importante de la oración y es que no solamente nos ayuda para pedir por nuestras necesidades o velar por nuestro bienestar.

La oración también nos ayuda a poder pedir a Dios por el bien de las personas que nos rodean, para pedir por sus aflicciones y también para dar gracias por cada bendición que Él manda a nuestra vida.

No debemos de olvidar que nuestra oración tiene que ser verdadera, no tiene que ser con engaños.

Debemos acercarnos a Dios con un corazón humilde y sincero, para que de esa manera nuestras peticiones puedan ser escuchadas. No debe existir en nuestro corazón amargura o resentimiento cuando nos acerquemos a Dios.

Si guardamos todos estos sentimientos en nuestro corazón cuando entramos en comunión con Dios lo único que hará será poner una barrera entre Dios y nosotros.

“Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Timoteo 2:8)

Dios quiere que aparte de orar en todo momento, quiere que nuestra oración sea limpia por lo tanto si en nuestro corazón hay algún tipo de sentimiento de estos, debemos pedir a Dios primero que nos limpie, perdonar al que nos ha hecho mal o pedir perdón si hemos dañado a nuestro prójimo, para que de ese modo nuestra oración no tenga barreras y sea agradable para Él. 


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