miércoles, 12 de septiembre de 2012

Se fue la luz



Otra vez les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12)

Creo que, desde pequeños, es como una tradición que todos le temamos a la oscuridad; pensándolo bien es como un rasgo del ser humano, el miedo a ésta.

No sé cuál es tu reacción cuando estás en tu casa de noche y de repente se va la energía eléctrica, o como nosotros decimos: ¡Se fue la luz!, y esto puede pasar ya sea, debido a un bajón de energía, o por mantenimiento de la planta eléctrica, o algún otro motivo.

Pero creo que la reacción de todos, es comenzar a buscar una lámpara de baterías o alguna candela, y comenzar a intentar caminar pero con mucho cuidado de no botar algún objeto, o por temor a tropezarnos. Pero, eso sí, qué alivio y qué sorprendente es cuando en medio de esa oscuridad encendemos la lámpara y todo se ilumina, y podemos movilizarnos confiadamente  por cualquier lugar de nuestra casa porque llevamos la luz que nos va guiando.

Pues quiero compartir contigo lo siguiente, muchas veces algo parecido a estos “bajones de energía” nos ocurre a nosotros, me imagino que estarás pensando “Pero no entendiendo, si yo no soy una planta eléctrica ni me le parezco.” Quiero que me prestes atención por un momento y sí quiero que pienses lo siguiente: Nuestro corazón es como la planta eléctrica de nuestro cuerpo. 

A veces se apaga la lámpara de nuestro corazón: los motivos pueden ser muchos, y claro, ninguno tienen que ver con algún bajo de energía eléctrica. Muchas veces se apaga, como consecuencia de “bajones espirituales”, que nosotros mismos permitimos que sucedan, ya que no le damos mantenimiento a esa planta generadora que es nuestro corazón.

Créelo o no, si a tu corazón no les das el mantenimiento correcto de repente puedes tener ciertos “bajones espirituales”; claro que en la mayoría de estos, somos nosotros los culpables.

Hoy quiero invitarte a que inspecciones tu corazón y revises si está siendo debidamente cuidado, o si tal vez ya tenga días de estar en oscuridad, esa oscuridad que no te deja caminar confiadamente, que simplemente te hace permanecer en el mismo lugar, triste, o agobiado por las presiones de la vida.

Quiero que tengas muy presente que Jesús es la luz del mundo, y la luz de tu corazón. Si la lámpara de tu corazón está apagada, no significa que Jesús no esté ahí, sino es que simplemente no le has pedido que ilumine tu vida y elimine las tinieblas que hay en tu corazón. Habla con Él, dile cómo te sientes, y que deseas que esa lámpara vuelva a brillar con toda su potencia, y que tu vida vuelva a ser llena de gozo y paz. Pero, sobre todo, que tu rostro resplandezca como reflejo de la lámpara de tu corazón.

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