viernes, 21 de septiembre de 2012

Lo que hablas, eso crees


“El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias.” (Proverbios 21:23)

Nuestra lengua puede ser nuestro peor enemigo o un buen aliado, todo depende de nuestra sabiduría en Dios para poder ocuparla.

Estoy seguro que más de alguna vez nos hemos metido en problemas por hablar demás o por decir las cosas en forma hiriente. Sin embargo, debemos de ponernos a pensar por qué no podemos frenar nuestra lengua y tener prudencia al momento de decir las cosas; cuando podamos responder eso, nuestra vida para Dios será mucho mejor.

Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios.(Salmos 141:3)

Por acá vamos a iniciar a entender la razón por la cual nuestra boca daña a muchas personas e incluso nos daña a nosotros mismos al crear problemas con nuestros amigos, familia y líderes de la iglesia.

Cuando encomendamos nuestros caminos a Dios y tenemos una comunión constante con nuestro Dios, nuestra vida inicia un cambio que, muchas veces, no podemos explicar e incluso ni nosotros mismos podemos entender. Pero, algo que sí es seguro que cuando iniciamos a hablar con Dios, a leer Su palabra y la presencia del Espíritu Santo inicia a crecer en nosotros, nuestra forma de hablar comienza a cambiar.

¿Por qué cuando hablamos, lo primero que se muestra es la comunión con Dios que tenemos?Generación de víboras, ¿cómo podéis hablar bien, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mateo 12:34) Esta es una respuesta clara y directa de la razón por qué nuestra forma de hablar es lo primero que muestra la comunión con Dios que tenemos.

A los humanos los podemos engañar diciendo que sí oramos, que sí leemos la Biblia y que tenemos una intimidad con Dios muy buena. Incluso, podemos mostrarnos muy espirituales en la iglesia cerrando nuestros ojos cuando cantamos, levantando las manos, orando e incluso hasta llorando; pero eso no es reflejo de nada, eso no es reflejo de tener intimidad con Dios. Ir a la iglesia y hacer todo eso es lo más fácil que existe, eso hasta un inconverso puede hacerlo.

Nuestra forma de hablar es el primer indicio de nuestra comunión con Dios y no me refiero a ser elocuente, me refiero a lo que hablamos y lo que hacemos cuando hablamos.

Porque todos tropezamos de muchas maneras. Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. (Santiago 3:2)

La única forma que vamos a poder lograr frenar nuestra lengua y nuestro cuerpo es teniendo intimidad con Dios. Lejos de Dios, lo único que mostramos es debilidad, hipocresía e ignorancia; por la simple razón que la sabiduría al estudiar, creer y vivir la palabra de Dios es lo único que nos hará vivir para Su gloria. Dios te bendiga.


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