lunes, 8 de agosto de 2011

Reincidir


»Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos. —Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte. —Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.  Luego Jesús dijo a todos: —Cuando los envié a ustedes sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso les faltó algo? —Nada —respondieron. —Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: "Y fue contado entre los transgresores." En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo. —Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas. — ¡Basta! —les contestó. Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.» Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya.» Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. « ¿Por qué están durmiendo? —les exhortó—. Levántense y oren para que no caigan en tentación.» Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Éste se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó:   —Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?  Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:   —Señor, ¿atacamos con la espada? Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.
— ¡Déjenlos! —ordenó Jesús. Entonces le tocó la oreja al hombre, y lo sanó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del *templo y a los ancianos, que habían venido a prenderlo:  — ¿Acaso soy un bandido,  para que vengan contra mí con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el templo, y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.  Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo: —Éste estaba con él.  Pero él lo negó. —Muchacha, yo no lo conozco. Poco después lo vio otro y afirmó: —Tú también eres uno de ellos. — ¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro. Como una hora más tarde, otro lo acusó: —Seguro que éste estaba con él; miren que es galileo.  — ¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro.  En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.» Y saliendo de allí, lloró amargamente.
Lucas 22:31-62 

Como creyentes se nos ha dado una “nueva naturaleza”. Significa que uno tiene hambre de Dios y una inclinación sobrenatural a hacer lo que es recto. Desdichadamente, como humanos, también tenemos una “vieja naturaleza”, es decir, una inclinación natural a hacer lo malo.

A veces, algunos cristianos empiezan a deslizarse hacia atrás espiritualmente o a reincidir.

Quizá el mejor modo de comprender los peligros de volver atrás es examinar el relato bíblico de cómo un creyente cayó en esta trampa. Este fue Simón Pedro, uno de los discípulos más allegados a Jesús. En el capítulo 22 de Lucas se nos da el relato de su regresión espiritual. Su historia es una advertencia de que aun los creyentes maduros tienen la posibilidad de caer si bajan la guardia.

Confianza en sí mismo y falsa seguridad.  Pedro hizo evidente no sólo su infundada confianza en sí mismo (dijo que él “moriría” por Jesús), sino que también contradijo directamente la predicción del Señor de que él caería (versículo 34). Negó su propia debilidad ante el pecado. La Biblia advierte que: Si ustedes piensan que están firmes, tengan cuidado de no caer. (1 Corintios 10:12)

Falta de oración. Aun cuando Jesús instruyó específicamente a Pedro para que orara, en vez de orar, decidió dormir. En la parte correspondiente a este pasaje del evangelio de Mateo, Jesús hasta les había advertido: Velen y oren para que no cedan ante la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil. (Mateo 26:41) pero Pedro no se sintió débil ni vio la necesidad de orar y estar alerta. El no orar, no es sólo un pecado sino la violación directa de un mandamiento, porque a través de toda la Escritura, Dios nos instruye que oremos.

Seguir a Dios de lejos. En el fondo de toda regresión espiritual hay siempre una falta de comunicación y cercanía con Jesús. Aunque Pedro todavía seguía a Jesús, no lo hacía tan cerca como debía. Hay cristianos que desean vivir en dos mundos. Quien ser creyentes, pero no desean estar demasiado dedicados. Cuando vives de esta manera, te pones en peligro.

Calentarse en el fuego del enemigo. Por seguir a Jesús de lejos, Pedro se enfrió y quiso arrimarse al fuego. Él esperaba pasar inadvertido en medio de tanta gente, así que se mezcló con aquellos que habían arrestado a Jesús. La Biblia nos dice: Qué alegría para los que no siguen el consejo de malos, ni andan con pecadores, ni se juntan con burlones. (Salmos 1:1). Pedro estaba haciendo lo opuesto. Cuando la pasión espiritual de nuestro corazón empieza a morir, el fuego por Jesucristo se enfría y buscamos calor en cualquier otro lado.

Negación y separación.  Pedro llegó al paso final de la regresión espiritual cuando negó conocer a Jesús o haber estado con Él. El Evangelio de Mateo nos dice que comenzó a maldecir y a jurar, lo que significa que hizo un juramento diciendo: ¡Que me caiga una maldición si les miento! (Mateo 26:74). Pedro había perdido todo sentido de la realidad y, por lo tanto, toda conciencia de Dios.

A pesar de su caída, Pedro fue restaurado. En Lucas 22:61 dice que sus ojos se encontraron con los de Jesús y Pedro lloró amargamente. Cuando él penaba por su pecado, Jesús vio su corazón. La Biblia dice: Pues la clase de tristeza que Dios desea que suframos nos aleja del pecado y trae como resultado salvación (2 Corintios 7:10). Tres días más tarde, después de la resurrección de Jesús, el ángel en la tumba le dijo a las mujeres: ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluido Pedro, que Jesús va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo antes de morir. (Marcos 16:7 énfasis agregado). Jesús deseaba que Pedro supiera que Él todavía lo amaba.

Como cristianos vamos a pecar. La Escritura dice: “Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad” (1 Juan 1:8). Pero el Espíritu Santo amorosamente nos convencerá del pecado y nos llevará de vuelta a la cruz, donde podemos confesar el pecado y apartarnos de él.

Recuerda, cuando pequemos debemos correr hacia el Señor, no alejarnos de él.

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