viernes, 3 de junio de 2011

Tan solo escucha


Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Hebreos 13:8

Dios no cambia, Dios te ama, Dios te habla, Dios, necesitamos a Dios.

El amor de nuestro Dios es tan increíble, es tan inmenso que hasta hacen falta calificativos para el amor de Dios. Hay una forma, en menor proporción claro, que podemos entender el amor de Dios, es por el amor de una madre. Estoy hablando de mi madre y de la tuya. Nuestra mamá siempre está ahí para nosotros, aún así hayamos hecho lo peor, ella siempre está.

Pero, mamá algún día morirá. Sin embargo, sus enseñanzas, su amor y todos sus consejos nunca los olvidaremos. Dios es mucho más grande que ese lindo amor. Pero, hay un pequeño problema, creemos que Dios nos ha dejado de amar por nuestros errores. Dios, cuando nosotros pecamos, ama que lleguemos delante de Él a pedirle perdón. Cuando nosotros hacemos esto, estamos reconociendo que sólo en Él podemos encontrar amor, paciencia, ternura, compasión y, sobre todo, salvación en la vida eterna.

Dios, por supuesto, que sigue siendo el mismo. Pero, Dios en nuestros días habla de formas tan hermosas y diferentes que antes. Ahora tenemos las redes sociales, televisión, radio, periódicos y muchas oportunidades más de escuchas a Dios. Claro que te va hablar por todos estos medios, pero no hay mejor plática que la oración, esa intimidad tan hermosa y sublime que compartimos con nuestro Rey.

Dios en la oración se manifiesta de formas tan creativas y hermosas que es imposible describirlo. Es verdad que muchas veces nos cuesta orar, nos cuesta leer la Biblia. Sin embargo, este día te quiero invitar a que vayas a tu aposento, donde Dios escucha en lo secreto y recompensa en público, a que hables con Él, te deleites en Él. 

Las cosas que Dios tiene para nosotros son enormes. Si en los tiempos bíblicos nuestro Señor proveyó donde no había, donde ya las cosas estaban a punto de terminarse. Él ahora quiere darnos todo eso que tanto anhelamos en nuestra vida. Sólo te pide algo, que nos humillemos y clamemos a Él con un corazón sincero dispuesto a escuchar Su voz. 

Si la gente nos ha dicho que no somos nada, que no creen en nosotros; ahora Dios nos dice: ¡Yo sí creo en ti, levántate y se valiente! ¡No te dejaré ni te desampararé!


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