lunes, 20 de junio de 2011

Dejar la venganza y abrazar el perdón

 
Mía es la venganza; yo pagaré. Deuteronomio 32:35

Susi me decía que no podía perdonar ni pedir perdón. Era la primera vez que venía a una actividad cristiana y hablaba con un pastor. Enseguida llevé la conversación a lo que hizo Jesús en la cruz. Ella se sorprendió de que la cruz tuviera relación con el perdón.

A menudo los adolescentes no quieren perdonar porque desean desesperadamente que la persona que los hirió pague por lo que ha hecho.

También les cuesta pedir perdón porque sería admitir que se equivocaron y tienen miedo de que otros (en especial sus padres) les sigan echando en cara lo que han hecho, en otras palabras, tienen miedo a la venganza.

Vengarse está prohibido para Dios. Pablo escribe: <<No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios>> Tomar venganza es jugar a ser como Dios. Haciéndolo nos colocamos en el mismo nivel de la persona que nos ofendió. Lo mismo ocurre si no pedimos perdón por temor a lo que la otra persona pueda hacer. Somos maduros cuando entendemos que lo que otras personas hagan o dejen de hacer es su responsabilidad delante de Dios.

Después de aquella tarde, Susi entendió que ella debía perdonar y pedir perdón, y que en realidad, la manera de hacerlo era olvidando las reacciones de los demás. Después de todo, la madurez tiene que ver con asumir nuestras responsabilidades. Además, en el caso de pedir perdón, tenemos el beneficio de sentirnos aliviados por habernos liberado del sentimiento de culpa. Y también sentirnos liberados de tener que pagar algo a cambio. Dios se encargará de eso.


Punto de reflexión:
 
¿Tengo que esperar que otros me pidan perdón para perdonar?
 

¿Por qué la cruz significa perdón?

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