martes, 19 de julio de 2011

Entre líneas


Un día conocí a un buen amigo que me comentó que era muy apasionado y que nunca abandona lo que el ama. Ese día, caminé largo rato con él. Caminando a la par de árboles, sintiendo el sol sobre nuestro rostro me dijo: "Sabes yo tengo una convicción de nunca rendirme y de nunca dejar solo a nadie." También me comentó que él era una persona que era poco comprendida, que pocas personas querían contar con su compañía. Extrañado, miré sus ojos y le dije: “No entiendo por qué me dices que nadie quiere estar contigo. Eres una persona con un corazón muy cálido, capaz de luchar por lo que quieres” –. A lo que él respondió- “Sí, pero es que ni yo me entiendo, mi mente da tantas vueltas en un mismo asunto que pierdo la idea de lo que tengo que hacer en realidad.”

Pasaron los días, horas y no lo volví a ver.

De pronto, a lo lejos, cuando yo caminaba en un puerto, lo veo sentado triste y desconsolado. La duda me llenó y pregunté “¿Qué haces sentado y solo?”-. Él acotó- "Esto es lo que te digo, nadie quiere estar conmigo y soy un fracaso en lo que digo ser bueno”. Con una leve sonrisa en mi rostro lo tomé de la mano y lo levanté. Lo invité a seguir caminando conmigo, lo invité a que me acompañara a realizar lo que me habían encomendado.

Cierto tiempo después no nos dimos ni cuenta, pero nos habíamos hecho muy amigos. Platicábamos de todo, logré conocer su carácter. Lo llegué a conocer tan bien que no me arrepiento de esa hermosa amistad.

Una noche que salimos a caminar por el parque en compañía de otros amigos en común, les dije: "Espérenme un momento en seguida regreso, tengo que hacer una llamada." Fui a realizar mi llamada, era muy urgente. Para sorpresa mía cuando regresé, todos estaban distraídos y algunos ni se acordaban que me estaban esperando. Un poco sorprendido ante tal actitud, dije: “¿Dicen que son mis amigos y no me pueden ni esperar un momento?” Pero, luego vi sus ojos y me di cuenta que ellos estaban apenados. Regresé a realizar mi llamada al teléfono público y platicando con una persona a la que amo muchísimo, me di cuenta que no tenía que olvidar mi meta, aunque estuviera estresado por el vivir diario de mi vida.

Esa misma noche mientras regresaba, observé un grupo de personas que venía hacia nosotros, un poco preocupado, solo me quedé en pie esperando a ver qué sucedía. Me asusté al ver que un amigo que nos acompañaba, venía con ellos. Mi buen amigo con su carácter fuerte y aguerrido los atacó e hirió a uno de los malhechores que se vinieron sobre nosotros.

Me llevaron a una cárcel, injustamente. Mi buen amigo, que tiempo atrás me había prometido que no me dejaría solo, me abandonó. Todos los que nos acompañaban me dejaron solo. Pero, en el silencio tras las rejas, escuchaba en mi corazón a mi padre diciéndome que no me rindiera, porque tenía que morir para redimir al mundo. Pedro me negó tres veces, agredió a Malco, sin embargo yo sabía que se iba a equivocar.

Es por ello que dije: “"Porque tanto amó mi papá al mundo, que me dio a mí su hijo unigénito, para que todo el que crea en mí, no se pierda, sino que tenga vida eterna" Juan 3:16.

Dios te ama, desde antes te conocía. Búscalo, cree en Él y créele a Él. 

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