sábado, 16 de julio de 2011

El yo quiero y el debo


Pero si hago lo que no quiero hacer, en realidad no soy yo quien lo hace; sino el pecado que está dentro de mí. Romanos 7:20

Ella se llamaba Tina, a ti te hubiera encantado. Era el perfecto perrito casero. Un irresistible cachorro pequinés con la nariz aplastada. Una oreja caída y la otra levantada. Nunca se cansaba de jugar y nunca se fue a la calle. Su madre murió al nacer ella, de manera que el cuidado de la perrita recayó sobre mí. La alimentaba con leche, utilizando una botella de muñecas. También acostumbraba a sacarla por la noche para ver si ella tenía alguna necesidad. Nunca olvidaré la noche en que la llevé en la cama conmigo, solo para obtener su suciedad en mi almohada. Hacíamos una buena pareja. Fue mi primer roce con la paternidad.

Un día fui al patio trasero para alimentar a Tina. La busqué alrededor y la encontré en una esquina de la cerca. Había acorralado a una mariposa (tanto como se puede acorralar a una mariposa) y jugaba saltando y brincando en el aire, tratando de atraparla con su boca. Sorprendido la observé por unos pocos minutos y luego la llamé.

<< ¡Tina! ¡Ven acá, muchacha! ¡Es hora de comer!>>

Lo que pasó después me sorprendió. Tina dejó de jugar y me miró. Pero en lugar de correr inmediatamente en mi dirección, se sentó sobre sus patas traseras. Entonces comenzó a mover su cabeza para atrás hacia la mariposa, luego hacia adelante para mirarme a mí, nuevamente para atrás mirando hacia la mariposa y de nuevo adelante para mirarme a mí. Por primera vez en su vida ella tuvo que tomar una decisión.

Su <<yo quiero>> anhelaba perseguir la mariposa que la esperaba volando frente a ella. Su <<debo>> sabía que supuestamente debía obedecer a su amo. Una clásica lucha de la voluntad. Una guerra entre el <<quiero>> y el <<debo>>. Mi perrita afrontaba la misma situación que hemos afrontado cada uno de nosotros.

¿Saben ustedes lo que hizo? ¡Persiguió la mariposa! Ladrando y saltando, ignoró mi llamado y persiguió a esa cosa tonta hasta que voló sobre la acera. Entonces fue allí cuando sintió la culpa. Se detuvo en la cerca por un buen rato, sentada en las piernas traseras, mirando por donde la mariposa había volado. Lentamente la excitación de la persecución fue desapareciendo a medida que crecía la culpa por la desobediencia. Dio la vuelta dolorosamente y caminó a encontrarse con su dueño (para ser honesto, yo estaba un poco enfadado) tenía su cabeza agachada mientras cruzaba penosa y tristemente el patio. Se sintió culpable por primera vez en su vida.

Había violado su <<debo>> y caído en su <<quiero>>. Mi corazón se enterneció, y la llamé por su nombre otra vez. Sintiéndose perdonada, Tina saltó a mis manos. (Siempre fui una persona débil)

Ahora, tal vez estoy exagerando un poco. No sé realmente si un perro puede o no sentirse culpable. Pero sé que un ser humano sí puede. Y los efectos son los mismos, ya sea que el pecado sea tan leve como perseguir una mariposa o tan grave como serle infiel a tu pareja.

Así mismo el hombre entra en tentación, su  <<quiero>> es más fuerte que su <<debo>> y cuando ponemos en primer lugar el <<yo quiero>>  llevamos consigo la desobediencia. Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios, conocieron personalmente el mal, ellos comenzaron a sentir la CULPA y la vergüenza, dejaron de tener su comunión con Dios, se cortó, se esfumó, se apagó.

¿Qué pasa cuando la comunión con Dios se corta? Siempre el ser humano por naturaleza, tiende a huir de la presencia de Dios en vez de acercarse, tiende a alejarse a hacer todo lo contrario a la voluntad de Dios. El pecado siempre roba la pureza y el gozo al alma que trae cuando hay comunión con Dios.

El hombre pecador vive así. Sintiendo culpa. Y no puede dejar de pecar, le gusta el pecado y cada vez cae más y más profundo. Pero ¡Que maravilloso es Dios! Jesús nos enseña el arrepentimiento y nos muestra la buena manera de vivir haciendo la voluntad de Dios, lejos del pecado y por lo tanto lejos de la CULPA. Es ahí la importancia de poner en primer lugar el <<debo>> y dejar atrás el <<Yo quiero>>, porque haciendo la voluntad de Dios y obedeciendo sus mandamientos viviremos lejos de la culpa.

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