martes, 12 de abril de 2011

¡Yo nací para ser grande!


Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. 1a de Timoteo 4:12 

Todos los días nos levantamos preguntándonos: ¿Será que ahora es mi día para hacer las cosas mejor que ayer? Nosotros día con día tenemos que estar sabedores de que tenemos que ser mejor que el día anterior. Es verdad que es una lucha constante, es una lucha que todos los días emprendemos hacia la meta, con la mirada puesta en Jesús. Pero, hay ocasiones en las cuales movemos nuestra mirada tan solo unos milímetros y nos vamos por el carril que no es.

Las peleas espirituales, en cada persona son diferentes; en unos son más fuertes y en otros más suaves. Pero la vedad es que todos tenemos una batalla que estamos librando. El problema viene cuando la estamos librando con nuestras fuerzas. Muchas veces nos ponemos a pensar por qué no podemos salir de esa situación que no le agrada a Dios. ¿Te has puesto a pensar si la lucha que estás haciendo es para darle la gloria a Dios? ¿O simplemente para creerte que eres fuerte y muy capaz de hacer las cosas?. Si tu respuesta es la segunda, esa es la razón por la cual nunca salimos de esa adversidad.

Dios quiere que le demos a Él, completamente, toda la gloria. Cuando revises tus objetivos, tengas en claro cuáles son tus parámetros; te darás cuenta que tu vida dará un cambio drástico. Cuando pelees en las fuerzas de Dios, ni cuenta te darás en el momento que dejes de hacer eso que no le agrada a nuestro Señor. Pero si peleas en tus fuerzas todo será recurrente.

Espero que en el campo de batalla seamos diligentes. Dios nos manda a ser ejemplo en medio de los creyentes. Si te das cuenta te está diciendo en medio de las personas que ya le conocen. Cuando seamos ejemplo en la congregación, las personas que no conocen de Dios no tendrán un pero que poner para llegar a los pies de Dios.

Es momento de parar de hablar tanto y actuar. Prediquemos con nuestra vida el amor de Dios. La Biblia dice que el corazón alegre hermosea el rostro. Si tu cara esta rebosando del amor de Dios no necesitarás ningún maquillaje, ni máscara. Tu vida hablará por sí sola.

Se ejemplo, repite conmigo, se ejemplo. Créelo en tu corazón. Dios te ha mandado a marcar la diferencia en todo el mundo. Tienes que esforzarte. Tienes la mente de Cristo.  Cree que eres un príncipe, eres hijo del gran Rey, del todo poderoso. ¡Vamos que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece!

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