martes, 23 de julio de 2013

Examinando corazones









“Dios mío, mira en el fondo de mi corazón, y pon a prueba mis pensamientos.
Dime si mi conducta no te agrada, y enséñame a vivir como quieres que yo viva”. (Salmos 139: 23-24)

Es maravilloso leer estos versículos en la Biblia, es impresionante ver como David había entregado su vida al servicio de Dios.

Mediante estos versículos podemos ver que David se preocupaba por hacer bien las cosas delante de Dios, se preocupaba de que sus acciones fueran agradables delante de los ojos de Dios.

Muchas veces creemos que todas las cosas que estamos haciendo están bien y que Dios aprueba cada una de nuestras actitudes.

Es importante que como hijos de Dios examinemos nuestro interior para averiguar si todo lo que hacemos o decimos es agradable para nuestro Padre.

Son raras las veces en que decidimos analizarnos a nosotros mismos, lo único que hacemos es analizar y cuestionar a las demás personas, pero cuando se trata de evaluarnos a nosotros para ver nuestros defectos no lo hacemos.

O muchas veces ni siquiera nos preguntamos qué es lo que Dios espera de nosotros, esto sucede porque vivimos nuestro día a día, preocupados por todos los problemas, las responsabilidades y obligaciones que tenemos en nuestra vida y nos olvidamos de lo más importante; preguntarnos si estamos desempeñando un buen papel como hijos de Dios.

Ser un hijo de Dios no solo implica asistir a una iglesia y leer la biblia de vez en cuando, ser un hijo de Dios significa que nuestra vida está a su servicio y que cada cosa que hagamos debe llevar su aprobación.

En este salmo podemos ver que David le hacia una petición especial a Dios; le pedía que mirara lo más profundo de su corazón, que fuera Dios quien examinara su interior y que fuera él quien le dijera que cosas estaba haciendo bien y cuáles eran las que tenía que mejorar.

A David se le conoce por “el hombre conforme al corazón de Dios” y en efecto así era porque a pesar de sus errores, sabía que su vida no le pertenecía a él, si no que le pertenecía a Dios y era por esta razón que él deseaba que Dios le rebelara lo que esperaba de él.

David es un ejemplo de lo que nosotros como hijos de Dios debemos perseguir. Dios es la única persona que nos conoce verdaderamente, porque aun ni nosotros nos conocemos tan bien.

Es por eso que debemos pedir siempre la guía de Dios y nuestro propósito debe ser el de cada día ser mejores para él.

“Sabes lo que hago y lo que no hago; no hay nada que no sepas” (Salmos 139:3)

Jamás vamos a poder engañar a Dios en cuanto a las cosas que hacemos, él siempre sabe lo que pensamos, decimos y hacemos cada cosa de nuestro corazón él ya la sabe.

Es importante que no nos engañemos diciendo que todo lo que hacemos está bien, que nuestra vida no desagrada a Dios y que cumplimos con lo que él pide de nosotros.

Es bueno que seamos honestos con nosotros mismo para que nos podamos dar cuenta de las cosas que hacemos, solo así podremos saber cuáles son todas aquellas actitudes que debemos cambiar para ser conformes al corazón de Dios.

Si llegamos a una etapa de nuestra vida en la que creemos que todo está bien en nuestra vida que no hay ni un solo error que estemos cometiendo; es importante que acudamos en ayuda y solamente Dios es el que nos puede ayudar con esto.

Ninguno de nosotros somos perfecto por lo tanto siempre van a haber cosas en nuestro interior que debemos mejoras, cosas que debemos cambiar o dejar.

Pero si no hacemos este análisis a nuestro interior nunca nos daremos cuenta que necesitamos ciertos cambios en nuestra vida.

Pero Dios en su misericordia y amor, nos revela si en verdad vamos por un buen camino; luchando contra aquellas cosas que nos hacen caer o si nos estamos desviando hacia lo que a él le desagrada.

Dejemos que Dios escudriñe nuestros corazones para que nos revele el camino que debemos seguir y que sea su Espíritu quien nos enseñe a hacer lo correcto delante de sus ojos.

Ya no vivamos preocupados por cosas que no son de mucho interés en nuestra vida. Recordemos que nuestra prioridad ES y DEBE ser Dios siempre.

Muchas veces nos olvidamos de esto y tratamos de vivir nuestra vida agradando a las personas y no hacemos lo que en realidad deberíamos hacer.

Debemos tener siempre presente que ahora nuestra vida no nos pertenece, el dueño de nuestras vidas ahora en Dios y a él debemos dedicarnos.

Que nuestro propósito cada amanecer sea realizar la voluntad de Dios, que nuestros pensamientos y acciones sean para honrar su nombre.

Examinemos nuestro corazón y si creemos que necesitamos más ayuda dejemos que sea nuestro Padre quien lo haga por nosotros él nos enseñara a vivir para él.

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