miércoles, 10 de julio de 2013

Apartados para Dios









“Porque escrito esta: Sed santos, porque yo soy santo.” (1Pedro 1:16)

Este versículo fueron palabras dichas por Jesús, dejándonos claramente que como hijos de Dios quiere que nosotros sigamos su ejemplo; tenemos que luchar por cada día asemejarnos a él.

Buscar esa santidad que nos va a caracterizar como hijos de Dios.

Muchas veces con todas las presiones que tenemos en nuestra vida, todas las responsabilidades que con el tiempo vamos adquiriendo, se nos olvida cual es nuestro deber como hijos de Dios.

Cuando todas estas cosas pasan a ser el primer lugar en cada una de nuestras vidas se nos olvida agradar a Dios a cada momento.

Se nos olvida que Jesús nos ha llamado a ser santos como él. Pero entre tantos afanes, tantas tentaciones que el enemigo nos pone en frente y ni siquiera luchamos por vencerlas nos vamos alejando de lo que Dios realmente quiere de nosotros.
Al leer la biblia o escuchar una predicación acerca de la santidad muchas veces nos da miedo o pánico escuchar ese tema. 

Creemos que no somos capaces de llegar a ser Santos como lo pide su Palabra.
¿Pero realmente sabemos lo que la palabra “Santo” significa?

Al escuchar esta palabra todos pensamos en una persona que no comete ningún tipo de pecado, que se aleja de las personas, del mundo, de la sociedad para que las tentaciones no lleguen a él o a ella.

Al manejar este concepto para la palabra Santo, vemos que nosotros no podríamos alcanzar ese nivel de vida; porque no nos queremos alejar del mundo y vivir aislados para así vencer las tentaciones.

Pero en realidad la palabra “santo” significa que es una persona apartada para Dios, apartada para su servicio, para su adoración.

Jesús sabes de todas las cosas que nosotros fallamos, sabe cuáles son los cosas que nos cuesta dejar, él conoce lo más profundo de nuestro corazón y sabe que hay muchos aspectos de nuestra vida que tenemos que cambiar para ser mejores pero también sabe que para llegar a cambiarlas debemos pasar por un proceso.

Sabe que somos seres humanos y que nos cuesta dejar muchas cosas que estamos haciendo que no están bien.

Pero ahora al saber que Dios ya nos ha apartado para él al llamarnos Santos, no tenemos por qué tener miedo a ese mandato que Dios nos ha hecho.

Si él nos ha mandado a ser Santos es porque sabe que lo podemos llegar a cumplir.
“A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12)

Dios perfecciona a sus santo (a su grupo apartado para él) para que podamos trabajar para su ministerio para recibir cada una de las bendiciones que el ya tiene preparada para nosotros.

Sabemos que Dios no hace nada al azar y si él no ha “apartado” es porque sabe que somos capaces de ser lo que él ha pensado para nuestra vida.

Solo que como sus hijos nos hemos olvidado en realidad de lo que debemos hacer como su elegidos.

Todos somos un solo cuerpo Cristo es la cabeza y nosotros sus “santos” somos los que conforman el cuerpo.

Dios no ha elegido partes del cuerpo que funcionen mal ya que él es perfecto en cada cosa que hace y ninguna parte por pequeña que sea es menos importante.

No demos olvidar cual es nuestro deber como hijos de Dios; al ser ese grupo apartado para él debemos de dar un buen testimonio de lo que somos.

Debemos ser un reflejo de ese cuerpo de Cristo.

“Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1Tesalonicenses 4:7)
Dios quiere que cambiemos todas las cosas que nos alejan de él y que como esas personas apartadas para él busquemos esa santidad que Jesús también nos demostró estando en la tierra.

Nosotros al igual que Cristo su hijo somos apartados para Dios, para trabajar para honrarlo.
No temamos al escuchar la palabra Santos; esto no significa que nos tengamos que alejar de las personas y que nunca jamás vamos a pecar.

Santo quiere decir que por esas personas escogidas por Dios, cada día de nuestra vida vamos a luchar por ser mejores por tratar de alejarnos de las tentaciones que nos hacen separarnos de Dios poco a poco.

No olvidemos nuestros deberes como hijos de Dios.

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