martes, 12 de febrero de 2013

¿Estás dispuesto a rebelarte?









Muchos conocemos la historia de tres jóvenes que decidieron ser diferentes y rebelarse al mundo, defendiendo la verdad. Sí, nos referimos a Sadrac, Mesac y Abednego. El pueblo judío, escogido por Dios fue derrotado por un país del norte llamado Babilonia. Al ser capturados y arrastrados por su cruel y poderoso rey llamado Nabucodonosor, los judíos se encontraron repentinamente rodeados de nuevos dioses, costumbres e idiomas. Por si fuera poco Sadrac, Mesac y Abednego fueron puestos en lugares de responsabilidad en el reino de Nabucodonosor. Llegaron a importantes puestos de autoridad por su inteligencia y responsabilidad. El rey hacía un gran esfuerzo por convertirlos en perfectos babilonios, pero ellos, como buenos judíos seguidores del único Dios verdadero, se rehusaron a cambiar su identidad particular.

 Parte de esta identidad como judíos hacía que no pudieran participar de rituales babilonios, tales como,  comer ciertos alimentos, casarse con mujeres extranjeras o inclinarse ante cualquier otro dios que no fuera Jesús. Dios había ordenado a Israel a ser diferentes de todas las demás naciones de la tierra, lo cual era  parte constituyente de la santidad, así como amoldarse a otras culturas hubiera sido desobediencia a Dios. Era obvio que al no ser partícipe de estos rituales, consecuencias venían. 

Se les ordenó postrarse a adorar a una estatua de oro en honor al dios nebo. De hecho todos lo hicieron, excepto estos tres jóvenes. Ellos permanecieron de pie ante miles de personas inclinadas. Sabían que al no hacerlo serían arrojados a un horno de fuego ardiente. Cuando el rey supo esto, les dio otra oportunidad, pero hicieron lo mismo y no se retractaron, ni disculparon. La verdad que defendían los motivó más que la amenaza de perder sus vidas. 

Al defender la verdad, lo primero que viene a mi mente es la santidad. “Santos seréis, porque santo soy yo  Jehová vuestro Dios.” (Levítico 19:2)  Dios es santo, porque es sin mancha. Nosotros somos débiles, pero Él es poderoso y omnisciente. No existe nada en todo el universo que se compare a Dios; por lo tanto Él es único, apartado de los demás.
Si su espíritu mora en ti, no tengas miedo de rebelarte al mundo y menos de defender la verdad, Jesús. 

Por lo tanto Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.


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