lunes, 7 de marzo de 2011

El tesoro de la intimidad



El que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: El que ama a Dios, ame también a su hermano. 1 Juan 4:20-21


La intimidad es un regalo valioso y tenemos que aprender a cuidarla. Cuando estamos con un amigo, con uno de nuestros padres, con un líder, con la persona por la que morimos de amor o con Dios. Debemos aprender a disfrutar de la intimidad. Lo primero para ser capaces de manejarla con cuidado es crearla.

El pasar tiempo a solas con alguien que creemos importante no siempre se da de manera espontánea. Pensar en pasar un tiempo a solas con la persona por la que morimos de amor nos resulta fácil, pero compartir un tiempo positivo a solas con la persona que amamos se hace difícil cuando no estamos acostumbrados a estar en privado con nadie.

El crear un tiempo a solas para estar con amigos, con alguno de nuestros líderes o con uno de nuestros padres es una excelente práctica para aprender a conversar y a escuchar. Quizás consideremos que no tiene onda pasar un rato con uno de nuestros padres, pero yo no estoy hablando de dormir en la misma habitación, sino de crear un momento de intimidad. Un instante donde seamos capaces de comunicarnos de manera más profunda. Donde escuchemos y hablemos desde el corazón.

Esto es importante para desarrollar nuestras relaciones interpersonales. Cuanta más intimidad, más confianza; y en el caso de que se dé con uno de nuestros padres, sepamos que la confianza es la base de muchos permisos…. La intimidad también tiene que ver con Dios. Si no podemos tener intimidad con nadie humano, es muy difícil que seamos capaces de tenerla con Dios.

 Un tiempo de intimidad es un tiempo de hablar sin interrupciones. Por eso hay que crearlo. Podemos invitar a la otra persona a caminar, a comer un postre, a practicar algún deporte, pero solo de a dos. El apóstol Juan nos dice en los versículos que leímos que no podemos decir que AMAMOS a Dios si tenemos contiendas con nuestros hermanos, y yo creo que de esto se desprende que no podemos tener intimidad con Dios si no sabemos practicarla con nadie más. A veces parece que en la adolescencia tuviéramos que hacer todo en grupos grandes. Pero ser una persona madura tiene que ver con disfrutar del tesoro de la intimidad en todos los sentidos.

Punto de reflexión:

¿Con quién deberías de comenzar a tener más intimidad?
¿Cómo puedes crear momentos de intimidad con las personas que amas?



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