¿No
debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia
de ti? (Mateo 18:33)
Jesús nos
enseñó grandes cosas a través de las parábolas.
Una de los que más me llama la atención es la parábola de los dos deudores, si quieres ubicarte mejor está en Mateo 18:23-35.
Una de los que más me llama la atención es la parábola de los dos deudores, si quieres ubicarte mejor está en Mateo 18:23-35.
Esta parábola
habla sobre un hombre que le debía 10 talentos al Rey. El deudor le rogó y le
clamó al Rey que lo esperara un poco, y el Rey le perdonó toda la gran deuda;
sin embargo, al salir de ahí podemos observar que esa misma persona que un
momento estaba ahí humillado delante de la presencia del Rey por una situación bastante
difícil, ahora estaba siendo el que quería cobrar una pequeña cantidad a un consiervo
suyo, el cual le dijo: “Sí, te pagaré, sólo espérame un poco”.
El hombre
(el siervo del Rey que le debía 10 talentos) sabiendo lo que se sentía estar en
esa situación de deudor y no teniendo para solventar la deuda, no perdonó, no
esperó, ni entendió, sólo fue y metió a su consiervo en la cárcel.
Vamos a
ubicarnos en un tiempo actual, Jesús dijo: “El reino de los cielos es semejante a esta parábola”. El Rey es
Dios, la deuda son tus pecados, el perdón de estos es la muerte de Jesús y el
derramamiento de su sangre. El deudor hacia el Rey (siervo) eres tú y el que
debe al que perdonó el Rey (consiervo) es tu hermano.
Me llama la
atención el versículo 33 donde dice: “¿No
debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia
de ti?”
Querido
hermano, ¿Cuántas veces imponemos cargas a los demás que ni nosotros llevamos?
¿Cuántas veces juzgamos por cosas que nosotros también hicimos pero que ya no
recordamos? ¿Cuántas veces juzgamos, castigamos o rechazamos por alguna actitud
o porque algún hermano falle o se debilite en la fe? ¿Cuántas veces no
murmuramos y condenamos porque un hermano falte a un culto, o un nuevo creyente
se equivoque?
¿Sabes? Dios te hizo salvo por gracia y así como Él
siendo Dios, perfecto, Santo e Incomparable, tuvo misericordia, tú debes
tenerla con tu hermano.
¿A quién
estamos juzgando? ¿A quién estamos condenando? ¿A quién no le hemos perdonado?
¿A quién hemos querido apartar, juzgar o murmurar?
Termina
diciendo más adelante: “Así también mi
Padre Celestial hará con vosotros sino perdonan de todo corazón a cada uno de
sus hermanos sus ofensas”. No será una vez, ni dos, serán varias ofensas;
pero así como Dios perdonó todo, nosotros también debemos hacerlo con los que
nos ofenden.
¡Tú puedes!
El Espíritu Santo ha sido derramado en
tu corazón, por lo cual tienes la capacidad de amar, como Dios lo hace. AMA
hasta que te duela.
¡Bendiciones!
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