miércoles, 21 de noviembre de 2012

Un espejo de misericordia



¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? (Mateo 18:33)

Jesús nos enseñó grandes cosas a través de las parábolas.

Una de los que más me llama la atención es la parábola de los dos deudores, si quieres ubicarte mejor está en Mateo 18:23-35.

Esta parábola habla sobre un hombre que le debía 10 talentos al Rey. El deudor le rogó y le clamó al Rey que lo esperara un poco, y el Rey le perdonó toda la gran deuda; sin embargo, al salir de ahí podemos observar que esa misma persona que un momento estaba ahí humillado delante de la presencia del Rey por una situación bastante difícil, ahora estaba siendo el que quería cobrar una pequeña cantidad a un consiervo suyo, el cual le dijo: “Sí, te pagaré, sólo espérame un poco”.

El hombre (el siervo del Rey que le debía 10 talentos) sabiendo lo que se sentía estar en esa situación de deudor y no teniendo para solventar la deuda, no perdonó, no esperó, ni entendió, sólo fue y metió a su consiervo en la cárcel.

Vamos a ubicarnos en un tiempo actual, Jesús dijo: “El reino de los cielos es semejante a esta parábola”. El Rey es Dios, la deuda son tus pecados, el perdón de estos es la muerte de Jesús y el derramamiento de su sangre. El deudor hacia el Rey (siervo) eres tú y el que debe al que perdonó el Rey (consiervo) es tu hermano.

Me llama la atención el versículo 33 donde dice: “¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?

Querido hermano, ¿Cuántas veces imponemos cargas a los demás que ni nosotros llevamos? ¿Cuántas veces juzgamos por cosas que nosotros también hicimos pero que ya no recordamos? ¿Cuántas veces juzgamos, castigamos o rechazamos por alguna actitud o porque algún hermano falle o se debilite en la fe? ¿Cuántas veces no murmuramos y condenamos porque un hermano falte a un culto, o un nuevo creyente se equivoque?

¿Sabes? Dios te hizo salvo por gracia y así como Él siendo Dios, perfecto, Santo e Incomparable, tuvo misericordia, tú debes tenerla con tu hermano.

¿A quién estamos juzgando? ¿A quién estamos condenando? ¿A quién no le hemos perdonado? ¿A quién hemos querido apartar, juzgar o murmurar?

Termina diciendo más adelante: “Así también mi Padre Celestial hará con vosotros sino perdonan de todo corazón a cada uno de sus hermanos sus ofensas”. No será una vez, ni dos, serán varias ofensas; pero así como Dios perdonó todo, nosotros también debemos hacerlo con los que nos ofenden.

¡Tú puedes! El Espíritu Santo ha sido derramado en tu corazón, por lo cual tienes la capacidad de amar, como Dios lo hace. AMA hasta que te duela.

¡Bendiciones!


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