Hay etapas en las que necesitamos un refuerzo, cambiar
lo que no nos gusta de nosotros e inclusive lograr que las circunstancias en
las que estamos cambien para bien. Es que en lo más profundo, en nuestra alma -hasta
los que con su actitud aparentan que no-, todos deseamos saborear la sensación
de quietud, de paz, de tranquilidad.
Leía una frase: “Sentirte inquietamente ansioso.”
¿¡Inquietamente ansioso!? ¡Es como estar estresado a la décima potencia! Sin
embargo así es como nos sentimos a veces.
¿Por qué? Eso lo puedes responder tú mejor que yo: La
frustración de no encontrar un trabajo; la confusión de decidir si debes luchar
o no por algo o alguien; la incertidumbre de “qué pasará” ahora que se acercan
cambios radicales en tu trabajo, o que estás a punto de culminar tu carrera. Y
el panorama te resulta desalentador o te amedrenta. Ahí es cuando tienes que
usar tu capacidad de raciocinio y recordar que hay alguien que está contigo inclusive
en esos momentos confusos, es probable que ya hayas oído de Él, o que te suene
ajeno, hablo del Espíritu Santo.
“Así mismo, en
nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con
palabras.” (Romanos 8:26)
Partiendo
de esto, te encaminas en una vía correcta que conduce a:
- La solución del problema; y lo mejor,
- A un nuevo nivel de madurez que te haga
crecer como persona.
Esta
última significa: desafiar la situación
con la frente en alto. La otra opción es elegir sólo sobrevivir, salir de
ella raspado, casi agonizante, pero al final, sientes simplemente eso, que
“sobreviviste”, pero no aprendiste nada.
Por
ejemplo: ¿Qué pasa cuando vas a un curso, te hacen un examen y no aprendiste
nada? ¿Te lo repiten? ¡No! Pero si sí aprendiste, te pasan a un nuevo nivel, a
uno mejor. ¿Qué eliges? ¿Acaso no sería mejor pasar por ese examen una sola
vez?
Tomar la decisión correcta no es tan difícil como creemos. Podrías comenzar por
ver todo en un largo plazo; ya que cualquier decisión que tomes influirá en tu
futuro, estas no deben ser tomadas a la ligera.
Imagina que tomarás una pastilla para el dolor de cabeza, y esa pastilla lo
calma, sí. Mas luego vuelve a aparecer, lo calma de nuevo, sí. Pero al final,
resulta que sólo ocultabas el síntoma de algo peor, un tumor por ejemplo.
Reconozco
que el ejemplo suena duro, demasiado drástico, pero en la vida real las
soluciones rápidas que tomamos derivan en un caos y angustia semejante cuando
no ha sido la decisión correcta.
“No mires el vino cuando rojea, cuando
resplandece su color en la copa, entra suavemente pero al final...” Dice el
proverbio 23:31; hay “soluciones” que parecen ser esa “burbuja de aire” cuando
sientes que te ahogas, “la luz al final del túnel”, pero no porque algo parezca,
significa que es.
Entonces,
es cuando pones en marcha la sabiduría. Para comenzar, tendrías que ser capaz
de entender lo que es bueno o no para ti y así plantear las opciones: O te dejas guiar por el aprendizaje que te
dejaron experiencias anteriores, o piensas en dar un paso de fe.
La
dificultad que atravieses para llegar a una respuesta radica en tu nivel de
crecimiento personal, de sabiduría: ¿Ves lo necesario qué es aprender?
Sabiduría
es saber elegir la correcta, ¿Cómo? Guiado
por el Espíritu Santo, no existirá margen de error; el resultado, créelo, será
superior a lo que te hubieras imaginado. Así son los frutos de una decisión
sabia. (Santiago 3:17).
Sin
embargo debo mencionarte, por si no lo sabías, que el Espíritu Santo actúa sólo
en aquellos que han creído en Jesús. No subestimes Su poder. “Con esto se refería al Espíritu que habrían
de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no
había sido dado, porque Jesús no había sido glorificado todavía.” (Juan 7:39)
“El Espíritu de verdad, a quien el mundo
no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen,
porque vive con ustedes y estará[a] en ustedes.” (Juan 14:17)
Mantén en tu mente que todo pasa con un
propósito.
Y de forma esperanzadora, me he dado cuenta que aún los errores cometidos, Dios
siendo lo todopoderoso que es, los encamina a bien. (Gen. 50:15 al 20) Es alentador leer cuando el rey David escribe para
Dios: “Delante y detrás me rodeaste,
sobre mí pusiste tu mano, tal conocimiento es demasiado para mí.” Yo
también lo creo.
“Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo
mientras esté cercano.” (Isaías 55:6) Entonces
todo va a estar bien, ¡Sus planes son mejores! “Porque mis pensamientos no
son los de ustedes, ni sus caminos son los míos -afirma el Señor-. Mis caminos
y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos
sobre la tierra!” (Isaías 55:8-9)
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