“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)
Al ser hijos de Dios, las personas esperan de nosotros muchas cosas. Empezando por nuestra manera de actuar, ya que constantemente somos el centro de muchas miradas. Las personas al saber que somos cristianos están más pendientes de las cosas que hacemos, ya sea por criticar o por querer aprender algo bueno de nosotros. Es por eso que como hijos de Dios debemos cuidar nuestro testimonio y procurar ser luz en donde quiera que estemos.
¿Qué implica ser luz?
Implica ser diferentes a las personas que están en el mundo. Nuestros actos tienen que glorificar a Jesús. De esa manera las personas verán esa luz de Dios en nuestras vidas. Debemos reflejar esa vida que llevamos con Cristo, esa vida nueva que Dios nos ha dado.
Muchas veces nos dejamos guiar por las modas que el mundo ofrece y nos olvidamos que somos luz. De esta manera, lo único que estamos haciendo al acoplarnos a lo que en el mundo hay. También vamos apagando esa luz, hacemos que el Espíritu Santo de Dios no crezca en nuestras vidas y lo vamos ocultando con todas las vanidades del mundo.
“Hay una parte importante de nuestro cuerpo la cual demos de cuidar.
La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas.” (Lucas 11:34-36)
Es muy importante que nosotros sepamos en qué cosas tenemos nuestra mirada. En ocasiones no nos damos cuenta que nos estamos contaminando con cosas que vemos y las atesoramos en nuestro corazón. Justo en ese momento es cuando poco a poco vamos apagando nuestra luz, ya que nuestra forma de actuar comienza a cambiar y ya no existe en nosotros la pasión por agradar a nuestro Dios.
Es bastante importante que revisemos nuestra vida y descubrir cuáles son nuestras prioridades. De igual manera, debemos examinar en qué o en quién esta puesta nuestra mirada. Si nuestra mirada esta puesta en Dios, Él con su Gracia hará que Su luz resplandezca en nosotros y seremos esas lámparas que alumbren a las que están en oscuridad. Pero, si nuestra mirada no está puesta en Él, nuestra luz se apagará y solamente seremos parte de toda esa oscuridad. Es decisión de nosotros si pertenecemos a la luz o a la oscuridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario