Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en
Cristo Jesús. (Gálatas 3:26)
Ustedes ya son hijos. Dios
ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba!
¡Padre!” Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como
eres hijo, Dios te ha hecho también heredero. (Gálatas 4:6-7)
Por lo general,
en las empresas de gran prestigio, siempre hay un “dueño”. A su vez, hay
empleados, pero no sé si notaste que, como en las películas, los “dueños”
cuando ya están demasiado ancianos para manejar la compañía, la dejan en mano
de sus hijos.
Hijos del
dueño. Aquellos que tienen el mismo poder que su padre dentro de la empresa.
Los empleados se acostumbrar a tratar con respeto a los hijos del dueño, ya que
quizás en un futuro éstos sean los dueños de la empresa o bien, pueden
comentarle a su padre de una mala actitud de los empleados y conseguir que los
despidan.
Los hijos del
dueño a su vez, no pueden hacer quedar mal a su padre, el dueño de la empresa.
Eso haría que le pierdan respeto sus empleados o que la compañía quiebre por
falta de responsabilidad. Son respetuosos, medidos, obedecen a su padre y
tratan a todos con cuidado.
¿A qué voy con esto?
A que nosotros también somos Hijos del Dueño. Y no de una empresa, sino Hijos del dueño del mundo. Y tú dirás,
pero ¿No es el diablo el dueño del mundo? No, hay un grave error sobre éste
concepto. La Biblia dice: “Del Señor es
la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan.”
(Salmos 24:1)
Satanás domina
el mundo, pero no es el dueño. El mundo es nuestro, se nos fue dejado a
nosotros como herencia para predicar el evangelio. El mundo es de nuestro Dios,
Él lo creó por y para Su gloria, y es un privilegio el poder vivir en él.
¿Nos estamos comportando como hijos del dueño? ¿O
estamos sirviendo al que domina el mundo, el diablo? Nosotros debemos obedecer
a nuestro Padre, no debemos humillar Su nombre. Exaltémoslo con nuestras
actitudes, logremos que la gente vea en nosotros una actitud de humildad y no
de soberbia.
Somos hijos del
dueño, herederos del Reino, pero no debemos jactarnos por eso; sino más bien,
ser humildes como Jesús lo fue, humillarnos y buscar a los que están
necesitados de Su paz.
Seamos
respetuosos con quienes no han conocido a Dios, porque no somos perfectos,
alguna vez también fuimos ignorantes y despreciamos el amor del Señor. Tratemos
de ser pacientes y comportarnos como debemos.
Recuerda que en
este mundo tienes una misión, un propósito. El mundo es tu herencia, las almas
son tu recompensa para la gloria de Dios. Tu empleo es el mejor pago del
universo ya que tienes la Vida eterna asegurada. Y por sobre todo, tu seguro de
vida es Jesús mismo. No lo olvides: Eres
un hijo del Dueño.
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