“Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones.” (Proverbios 3:11)
La palabra disciplina es de las más olvidadas, actualmente.
Ahora todos hacen lo que quieren, cuando quieren y como quieren. Ojo, no estoy
predicando perfección, para nada, hablo de santidad.
A cada momento que, como hijos de Dios, pecamos, debemos
estar conscientes que nos alejamos de la presencia de Dios más y más. Es verdad
que Dios perdona nuestros pecados, si en verdad nos arrepentimos. Sin embargo,
ahora parece que los hijos de Dios vivimos en una anarquía total,
justificándonos que no somos religiosos.
Es verdad que la religión, en lugar de acercar a Dios a los
hombres, los aleja, eso no lo puedo negar. Pero, tampoco podemos estar diciendo
“no seas religioso” para estar justificando nuestros pecados.
“He aquí, cuán bienaventurado es el
hombre a quien Dios reprende; no desprecies, pues, la disciplina del
Todopoderoso.” (Job 5:17). Debemos amar la disciplina del Señor.
Lamentablemente, hemos confundido a la disciplina como un
castigo, cuando es una reconvención. ¿Qué diferencia tiene? La disciplina es
aplicada a ámbitos, en los cuales hemos errado y se hace para aprender una
lección. Un castigo es privarnos de algo.
Debemos entender que con Dios no se juega. Ahora bien,
cuando Dios nos disciplina, nunca lo hará por “mala gente” como regularmente
nosotros lo pensamos. Dios nos
disciplina porque nos ama y quiere que seamos mejores hijos para Su gloria
eterna.
“Bienaventurado el hombre a quien
corriges, Señor, y lo instruyes en tu ley.” (Salmos 94:12)
Lo más hermoso de Dios es que siempre que nos disciplina, lo hace bajo Su
palabra bendita. Dios nunca se saldrá del propósito que nos ha mandado a
cumplir en esta tierra.
Dios nos ocupa de diferentes formas, es verdad. Pero con un
sólo objetivo: Que le demos la gloria
total con nuestra vida. Nosotros vivimos para y por la gloria de Dios.
Nosotros, como hijos de Dios, no vivimos para nuestros propios deleites, o al
menos eso se supone que debería ser.
“Porque el Señor al que ama lo disciplina y azota al que recibe por hijo.”
(Hebreos 12:6)
Por
más que nos queramos salir de la voluntad de Dios, si Dios nos ha escogido, no
nos soltará.
Si estamos pasando por la disciplina de Dios, no nos quejemos, al contrario,
demos toda la gloria a Dios.
Cuando Dios nos
disciplina, debemos darle gloria, ya que lo que está haciendo es moldeándonos
para que vivamos más para Su gloria.
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