Deléitate
asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. (Salmos
37:4)
Creo que
muchos entraron al devocional por la curiosidad de su título, es la idea. “Sunedomai”,
vocablo griego que significa - regocijarse
con, deleitarse en, juntamente con -, significa deleitarse
con uno mismo interiormente en una cosa. En el caso del versículo de allí
arriba, en Dios.
Este salmo,
mejor dicho, ese versículo, es muy común y muy utilizado. Hasta incluso, yo lo
utilizo en los cumpleaños, es como decir “que todos tus sueños se cumplan”,
versión cristiana. Es que así se ha entendido. Ahora, ¿Es correcta esa
interpretación?
Otra de las
versiones de la Biblia dice “entrégale a Dios tu corazón”, y creemos que con
sólo decirle “Dios, haz de mi vida Tu voluntad”, ya Él nos dará las peticiones
de nuestro corazón; pero eso no es bíblico.
Lo que
David trataba de decirnos con este salmo, es que debemos regocijarnos en Dios,
debemos deleitarnos y disfrutar en nuestro interior, la maravillosa relación
con el Dios que tenemos.
No basta
con entregarnos a Dios, hay que vivirlo día a día. Maravillarnos en su
creación, agradecerle desde las gotas de lluvia que caen por tu ventana, hasta
el perfume que te pones. Deleitarnos en Dios, no es nada más ni menos, que
reconocerlo como Señor, amarlo como Padre, escucharlo como Maestro, y
obedecerlo como Dueño.
Cuando
somos egoístas espiritualmente, no nos estamos deleitando en Dios. Ser egoístas
es creer que merecemos algo de Dios, que merecemos que Él nos responda las
oraciones, que porque cumplimos con Su palabra Él debe obligatoriamente
bendecirnos. No es así, hermanos.
Las
oraciones egoístas, nos cargan; las oraciones de deleite nos liberan. No se
trata de lo que nosotros queremos, sino lo que Él quiere. Y tú dirás “Pero el
versículo dice: y Él te concederá las peticiones de TU corazón”. Sí, claro, porque cuando nuestros ojos se posan sólo
en Él, (eso es deleitarse) nuestros deseos son desplazados y Él pone sus deseos
en nosotros; y entonces, y sólo entonces, se conceden los deseos del corazón
que ya no son nuestros deseos sino los deseos de Aquel en quien nos deleitamos.
Ha sonado
como un trabalenguas, pero creo que se ha entendido.
Esto lo
vemos en todas las historias de victoria en la Biblia. David se deleitaba en Dios,
y por eso venció a Goliat. Abraham fue padre de multitudes porque se deleitaba
en Dios. José, a pesar de todas las pruebas y dificultades de su vida, se
deleitaba en Dios y fue conocido como “José el soñador”. Estos hombres vivían
en una constante comunión con el Creador.
Jesús
también nos da un ejemplo parecido en el nuevo testamento. En Lucas 18, del
versículo 10 al 14, leemos la historia de un fariseo y un cobrador de impuestos
que habían ido al templo a orar. El fariseo, lo hacía en voz alta y jactándose
de sí mismo, de cumplir con lo que Dios manda; el cobrador de impuestos, lo
hacía arrepentido, cabizbaja y golpeándose el pecho.
¿A cuál
escuchó Dios? Al cobrador de impuestos. Hoy en día, muchos cristianos creen
merecer el perdón de Dios o las bendiciones de Dios, por las obras buenas que
hacen. Pero si en tu vida no hay una sincera relación con el Padre, o si no te
deleitas completamente en Él, no puedes esperar que el Salmo del comienzo se
cumpla en tu vida.
Sunedomai. Aplica hoy esta
palabra en tu vida. Deléitate en Dios. Que tu oración llegue a Sus oídos con
gratitud. Mira las maravillas que Dios ha creado para ti. Sólo cuando estés
alineado al cien por ciento con la Voluntad de Dios, brotarán en ti deseos y
sueños que jamás has tenido, y créeme: Dios hará que los cumplas.
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