lunes, 20 de agosto de 2012

Sunedomai


Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. (Salmos 37:4)

Creo que muchos entraron al devocional por la curiosidad de su título, es la idea. “Sunedomai”, vocablo griego que significa - regocijarse con, deleitarse en, juntamente con -, significa deleitarse con uno mismo interiormente en una cosa. En el caso del versículo de allí arriba, en Dios.

Este salmo, mejor dicho, ese versículo, es muy común y muy utilizado. Hasta incluso, yo lo utilizo en los cumpleaños, es como decir “que todos tus sueños se cumplan”, versión cristiana. Es que así se ha entendido. Ahora, ¿Es correcta esa interpretación?

Otra de las versiones de la Biblia dice “entrégale a Dios tu corazón”, y creemos que con sólo decirle “Dios, haz de mi vida Tu voluntad”, ya Él nos dará las peticiones de nuestro corazón; pero eso no es bíblico.

Lo que David trataba de decirnos con este salmo, es que debemos regocijarnos en Dios, debemos deleitarnos y disfrutar en nuestro interior, la maravillosa relación con el Dios que tenemos.

No basta con entregarnos a Dios, hay que vivirlo día a día. Maravillarnos en su creación, agradecerle desde las gotas de lluvia que caen por tu ventana, hasta el perfume que te pones. Deleitarnos en Dios, no es nada más ni menos, que reconocerlo como Señor, amarlo como Padre, escucharlo como Maestro, y obedecerlo como Dueño.

Cuando somos egoístas espiritualmente, no nos estamos deleitando en Dios. Ser egoístas es creer que merecemos algo de Dios, que merecemos que Él nos responda las oraciones, que porque cumplimos con Su palabra Él debe obligatoriamente bendecirnos. No es así, hermanos.

Las oraciones egoístas, nos cargan; las oraciones de deleite nos liberan. No se trata de lo que nosotros queremos, sino lo que Él quiere. Y tú dirás “Pero el versículo dice: y Él te concederá las peticiones de TU corazón”. Sí, claro, porque cuando nuestros ojos se posan sólo en Él, (eso es deleitarse) nuestros deseos son desplazados y Él pone sus deseos en nosotros; y entonces, y sólo entonces, se conceden los deseos del corazón que ya no son nuestros deseos sino los deseos de Aquel en quien nos deleitamos.

Ha sonado como un trabalenguas, pero creo que se ha entendido.

Esto lo vemos en todas las historias de victoria en la Biblia. David se deleitaba en Dios, y por eso venció a Goliat. Abraham fue padre de multitudes porque se deleitaba en Dios. José, a pesar de todas las pruebas y dificultades de su vida, se deleitaba en Dios y fue conocido como “José el soñador”. Estos hombres vivían en una constante comunión con el Creador.

Jesús también nos da un ejemplo parecido en el nuevo testamento. En Lucas 18, del versículo 10 al 14, leemos la historia de un fariseo y un cobrador de impuestos que habían ido al templo a orar. El fariseo, lo hacía en voz alta y jactándose de sí mismo, de cumplir con lo que Dios manda; el cobrador de impuestos, lo hacía arrepentido, cabizbaja y golpeándose el pecho.

¿A cuál escuchó Dios? Al cobrador de impuestos. Hoy en día, muchos cristianos creen merecer el perdón de Dios o las bendiciones de Dios, por las obras buenas que hacen. Pero si en tu vida no hay una sincera relación con el Padre, o si no te deleitas completamente en Él, no puedes esperar que el Salmo del comienzo se cumpla en tu vida.

Sunedomai. Aplica hoy esta palabra en tu vida. Deléitate en Dios. Que tu oración llegue a Sus oídos con gratitud. Mira las maravillas que Dios ha creado para ti. Sólo cuando estés alineado al cien por ciento con la Voluntad de Dios, brotarán en ti deseos y sueños que jamás has tenido, y créeme: Dios hará que los cumplas. 


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