No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío
eres tú. (Isaías 43:1)
Ser cristiano no significa sólo “seguir a Cristo”,
sino más bien SER de Cristo. Cuando tú te presentas a alguien como cristiano,
la gente debería de ver a Jesús en ti. Nos hemos olvidado que, desde el momento
en que hemos nacido de nuevo, estamos llevando Su nombre a donde quiera que
vayamos.
Quizás algunos de los que leen esto nacieron en
familia cristiana, otros quizás llevan pocos o muchos años, o meses, pero TODOS
llevamos el nombre de Cristo: CRISTianos. Por lo tanto, lo que hoy quiero que
entendamos, es que no debemos dejar ese nombre Santo en vergüenza. Cuando
nosotros actuamos mal, el que queda mal es Dios.
Hoy en día vivimos en un mundo de críticos. Hay más
personas fijándose en la vida de los demás que en la propia. Y nosotros, los
cristianos, somos centro de las críticas. Tenemos a los incrédulos, los ateos,
y demás gente alrededor que se ha convertido en críticos de nuestras vidas.
Miran cada paso que damos como cristianos y están a la espera de que fallemos.
¿Eso ha de importarnos? Claro que no, pero sí debe importarnos que Dios también
nos esté mirando.
“Porque los ojos
de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que
tienen corazón perfecto para con él.” (2 Crónicas 16:9) Es bello pero duro
este versículo a la vez. Muestra a un Dios precioso dispuesto a ayudarnos, sí,
pero sólo si logramos tener un corazón perfecto para con él. ¿Qué significa?
Que debemos de buscar la santidad, hermanos. Debemos de buscar agradarle a Él y
no a las personas. No avergoncemos Su nombre, ¡lo llevamos día a día!
Entendamos que es necesario que cambiemos muchas cosas
para agradar a Dios. Sé que cuesta, nos cuesta tanto dejar ciertas cosas atrás,
pero si hemos nacido de nuevo y si llevamos el nombre de nuestro Señor, es
necesario.
Dios iba a encomendar a Moisés una gran tarea. Cuando
lo llamó sus palabras fueron “Cuando
Dios vio que Moisés se acercaba, le gritó: “¡Detente Moisés!”. Moisés contestó:
“¡Qué pasa, Señor!”. Dios le dijo: “¡No te acerques más! ¡Quítate las
sandalias, porque estás en mi presencia!”.” (Éxodo 3:4-5) ¿Qué le quería
decir Dios a Moisés con esto? Que Dios es Santo, que no podemos llegar con
nuestro andar desprolijo, rebelde y desinteresado en Su presencia. Debemos
quitarnos las sandalias y comenzar a caminar como Él quiere. Dios no lo hace
porque sea soberbio, sino porque sabe lo que es mejor para nosotros.
Todo lo que salga de nuestra boca, todos nuestros
actos, todas nuestras acciones, toda nuestra vida debe decir: SOY DE CRISTO.
Basta de esa rebeldía de “esto a Dios no le va a molestar”, perfectos no
seremos nunca como Dios, pero sí estamos llamados a Santidad, a excelencia,
somos linaje escogido. Actuemos como tales. “Y todo lo que hagan o digan, háganlo como verdaderos seguidores del
Señor Jesucristo, y denle gracias a Dios el Padre por lo que Cristo ha hecho
por ustedes.” (Colosenses 3:17)
Este mundo regido por Satanás te ofrece tantas
distracciones, tantas perdiciones, tantos vicios y placeres, que a lo único que
te llevarán, por más bonitos que suenen, es a la destrucción total de tu vida y
luego al infierno. Suena duro, pero la Palabra de Dios no nos ha sido dejada en
vano, sino para vencer contra toda tentación, todo mal, todo impedimento para
llegar a Dios.
“Aférrate a la
instrucción, no la dejes escapar; cuídala bien, que ella es tu vida. No sigas
la senda de los perversos ni vayas por el camino de los malvados. ¡Evita ese
camino! ¡No pases por él! ¡Aléjate de allí, y sigue de largo! Pon la mirada en
lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las
sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni
a siniestra; apártate de la maldad.” (Proverbios 4:13-15;25-27)
Llevemos el nombre de Cristo como se debe, llevémoslo
con amor, con poder, con humildad, con sabiduría. Somos CRISTianos, somos hijos
del Altísimo. Cuida tu palabra antes de hablar, que todo lo que salga de tu
boca sea de bendición para quienes te rodean. Habla como Jesús hablaría. Seamos
dignos de ser llamados cristianos; sólo así callaremos la boca de los que dicen
“Y éste dice ser cristiano…mira cómo vive, mira cómo es…”. ¡Hagamos valer el
nombre de Jesús! Tú vales mucho ante Sus ojos, haz que tu vida valga.
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