Lectura Bíblica:
Josué 6:1-27; 7:1-26
Todos alguna vez nos hemos encontrado frente a alguna
alerta que nos indica “No tocar”. Esto pueden ser advertencias de muchas cosas,
como cuando hay algún cable que conduce corriente, tiene un letrero muy visible
que dice “Peligro no tocar…Alto voltaje”.
Hoy quiero compartir con ustedes una historia muy
interesante que involucra al pueblo de Israel y un personaje muy peculiar.
Todo comenzó cuando el pueblo de Israel iba a conquistar
Jericó, Jehová les dijo que no podían
tocar ni quedarse con ninguna cosa que estuviera en la ciudad ya que era
anatema a Jehová (anatema: separado de
Dios, maldito de Dios, pecado). Solamente el oro, la plata y los utensilios
de bronce y de hierro, serían consagrados a Jehová y entrarían en el tesoro de
Jehová.
Pero un hombre llamado Acán desobedeció, y cuando se
encontró frente a la tentación de unos utensilios muy llamativos cedió y al
final los tomó sin que nadie lo supiera.
Me imagino que quizás debes de estar pensando: ¿Acaso
Acán fue sordo y no escuchó la orden que Jehová dio? Pero antes que sigas, solo
quiero que me permitas preguntarte algo, ¿A
caso nunca has cedido a una tentación?
No quiero escuchar tu respuesta, solamente quiero que
pienses que aunque en nuestro tiempos, Dios no nos habla así como lo hacía al
pueblo de Israel cuando dio esa orden de no tocar el anatema, Él sí nos ha
dejado algo muy claro, que nosotros ya hemos sido santificados y justificados en el Señor Jesús como lo
menciona en su palabra: “Y algunos de
ustedes eran así. Pero Dios les perdonó esos pecados, los limpió y los hizo
parte de su pueblo. Todo esto fue posible por el poder del Señor Jesucristo y
del Espíritu de nuestro Dios.” (1
Corintios 6:11).
Dios nos ha llamado a ser diferentes, por tanto no
debemos de insistir en contaminarnos con el mundo cuando Él ya nos limpió con Su sangre. Lo menos
que Él se merece es que seamos santos; con esto no quiero decir que sólo pasarás
leyendo la Biblia o que asistirás a cada servicio de tu iglesia, no, no me
refiero a eso, sino que es tiempo de apartarnos para Él, ya que en realidad eso
es la santidad.
Acán olvidó que su generación ya había sido santificada
al salir del desierto, ya que sus padres habían muerto por haber pecado contra
Jehová. Él pertenecía a esa generación nueva y limpia. Pero lastimosamente no tuvo un final feliz, ya que fue
quemado y apedreado junto con su familia, para poder purificar el campamento
del pueblo de Israel.
NO pretendo asustarte, sino que reflexiones si estás
tomado del anatema y estás perdiendo frente a la tentación. No te digo que
serás quemado y mucho menos apedreado, sino que piensa en tanto amor que Dios
mostró que hasta su Hijo dio y que nosotros no mostramos ni un poco de esa
pasión de serle fiel, apartarnos de la tentación y demostrar que somos nuevas
criaturas en Él y que sobretodo lo amamos sobre todo.
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