“Amen
a sus enemigos; hagan bien a los que los aborrecen; bendigan a los que los
maldicen; oren por los que los insultan.” (Lucas 6:27-28)
Hay que ser honestos, lo que dice el texto anterior,
cuesta mucho. Pero la razón por la que nos cuesta tanto, es porque no hemos
querido dejar por completo la altivez y la soberbia de nuestro corazón.
La altivez y la soberbia, son dos aspectos que en
nuestra vida corrompen todo nuestro andar. Muchas veces creemos que nuestra
relación con Dios ya está por los cielos, pero el gran problema es que hemos
puesto a otra persona pecadora, como nosotros, para compararnos. ¿Qué tal si
ponemos a nuestro Señor Jesús y medimos a ver qué tan santos somos? Las cosas
definitivamente cambian.
Me podrás decir: “Jesús es Dios, por ende es perfecto y
nosotros somos humanos e imperfectos”. Sí, lo que dices es verdad. Pero si pesa
más tu humanidad, que Dios en tu vida, debes revisar tu comunión con Dios.
¿Por qué he
tocado la comunión con Dios? ¿Qué tiene que ver con el texto anterior? Vamos a
otros textos bíblicos, cuando habla del fruto del espíritu y del fruto de la
carne.
“Así que les digo: Vivan
por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza
pecaminosa. Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el
Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo
que ustedes no pueden hacer lo que quieren. Pero
si los guía el Espíritu, no están bajo la ley. Las obras de la naturaleza
pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría
y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones,
sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les
advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del
Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad
y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los
que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus
pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el
Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos
a otros”. (Gálatas
5:16-26)
Es clara la razón por la que te he
tocado la comunión con Dios. Es que la comunión con Dios, para un hijo de Dios,
lo es todo. Entendamos que las doctrinas humanas no glorifican a Dios porque
quieren hacer que sigamos esquemas de humanos para adorar a Dios y eso la
Biblia no lo enseña. Un verdadero hijo de Dios, debe vivir conforme a la
Biblia, no conforme a lo que un hombre enseña. Cuando anteponemos palabras de
hombres, a la Biblia, es cuando inician pleitos y divisiones.
Es momento de vivir como Dios manda,
de adorarle, exaltarle y darle la gloria por todo lo que Él hace en nuestra
vida. Nosotros, por nuestra cuenta, no hemos podido lograr nada, ha sido Dios
en Su soberana voluntad que lo ha decidido. Ya no tengamos un concepto mayor de
nosotros, de lo que realmente somos, dice el Proverbio. Para tener una verdadera
adoración y poder lograr hacer lo que el texto dice, debemos tener una comunión
constante con nuestro Dios. La lectura bíblica es el camino a la verdadera
adoración, porque la Biblia se estudia, se cree y se vive. Dios te bendiga.
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