Nuestra
alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Por tanto, en él se
alegrará nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado. Sea tu
misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, según esperamos en ti. (Salmos
33:20-22)
En nuestra
vida habrá altibajos. Momentos de felicidad, de gozo, de alegría, de bendición,
de abundancia, de sueños cumplidos, de revelaciones. Pero también habrá
momentos de tristeza, pruebas, dificultades, soledad, decepción, ilusiones
rotas.
Pero ¿Cuál
es el punto medio? ¿Cuál es el punto fijo? Porque no podemos pasar de un
momento de gozo, a uno de depresión, sin que en el medio no haya una
transición.
El
punto fijo es la presencia de Dios.
En momentos difíciles:
Cuando
estemos en lo más bajo, en lo más oscuro de nuestra vida, debemos de poner
nuestra esperanza en Cristo. Ese punto que allí está siempre, que nunca se
mueve, aquel que nos ayuda y nos protege como un escudo.
“Aunque no den higos las higueras, ni den
uvas las viñas ni aceitunas los olivos; aunque no haya en nuestros campos nada
que cosechar; aunque no tengamos vacas ni ovejas, siempre te alabaré con
alegría porque tú eres mi salvador. Dios mío, tú me das nuevas fuerzas; me das
la rapidez de un venado, y me pones en lugares altos.” (Habacuc 3:17-19)
Habacuc fue
un hombre común. Su nombre significa “el que abraza”, pero no con connotación
romántica, sino como “el que consuela”. Dios le permitió a Habacuc ver las
desgracias que sufriría su pueblo, le hizo ver mucho dolor; pero la persistencia
de Habacuc en Dios, el hecho de no haber movido su mirada de Él, hizo que Dios le
permitiera a este hombre, ser luego consolador de su pueblo. Se convirtió en un
ser de bendición en su peor momento.
¿Y tú aún
crees que no puedes bendecir a nadie por las dificultades que estás
atravesando? Necesitas volver a fijar tus ojos en Cristo porque sólo allí vas a
encontrar gozo eterno.
“Me mostrarás la senda de la vida; En tu
presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.” (Salmos 16:11)
En momentos de gozo:
Quizás
pienses, ¿Por qué es necesario seguir con la mirada puesta en Dios, si todo me
sale bien? Justamente por eso: porque quien te permite que estés así es Él. Si
en verdad estás disfrutando tu mejor momento, no puedes jactarte de que lo
lograste por ti mismo, sino que la Gracia de Dios está sobre tu vida porque has
obedecido.
“Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios
nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza
por gracia.” (2 Tesalonicenses 2:16)
Muchas
veces, cuando estamos “tan arriba”, se nos olvida QUIÉN nos puso allí. La
altivez lo único que hace es hundirnos. Por eso, cuando estemos en ese extremo
en los altibajos de nuestras vidas, tampoco olvidemos dar gracias a Dios por lo
que tenemos y por todo lo que ha hecho por nosotros.
“Den gracias a Dios en toda situación, porque
esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:18)
Cuando todo
te parezca ir mal, que no sabes a dónde ir ni qué hacer, ve al Refugio de su presencia,
busca su paz, busca su sabiduría, y levanta tu cabeza en alto. Cuando todo te
sea gozoso, alegre y exitoso, no caigas en el error de jactarte y gloriarte en
ti mismo, sino que busca el Apoyo que es Dios, agradécele, alábalo y bendícelo.
Aprendamos a lidiar los altibajos de la vida,
refugiándonos y apoyándonos en Dios.
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