“Guarda
silencio ante el Señor, y espera
en él con paciencia; no te irrites ante el éxito de otros, de los que maquinan
planes malvados.” (Salmos 37:7)
Muchas veces hemos querido forzar la voluntad de Dios,
haciendo hasta ayunos para tratar de convencer a Dios; pero si Dios ya brindó
una respuesta, debemos obedecer. Con eso no estoy diciendo que esté mal ayunar,
me refiero al hecho que nunca podremos forzar la voluntad de Dios.
Cuando lleguemos en oración delante de Dios, debemos estar
conscientes de que la oración es una
plática, la oración no es un monólogo. Hemos perdido el enfoque de la
oración y creemos que solamente es ir a pedir y pedir sin parar. Pero la
oración es un acto de adoración a Dios, ya que nos sometemos ante Él.
Debemos guardar silencio ante Dios y entender que Él es
soberano, lo que Él dice se hace. Lamentablemente, en nuestros días nos
precipitamos tanto cuando estamos pidiendo a Dios un milagro. Creemos que Dios
es nuestro mandadero y hará lo que nosotros digamos, sólo porque queremos que
así sea. ¡Cuán equivocados estamos! Nosotros debemos hacer lo que Dios manda,
en el momento que Él lo dice.
¿Paciencia? Ese interrogante se hacen muchos en estos días, ¿Qué es la paciencia? La respuesta es
fácil: La paciencia es tener, realmente,
fe en Dios.
“Alma mía, espera en silencio
solamente en Dios, pues de Él viene mi esperanza.”
(Salmos 62:5)
Tu mirada, nuestra mirada, sólo debe estar puesta en Dios, en
el ejemplo de nuestro Señor Jesús. Dios nunca obrará igual en ti que en tu
hermano. Dios actúa de diferentes formas en todos, nunca hace nada igual.
Si en un dado caso observas que hay personas que están
saliendo adelante y no son hijos de Dios, recuerda que la prosperidad material
no quiere decir que tienen lo mejor de Dios. Lo mejor de Dios inicia en el espíritu, en esa paz que solo Él sabe
dar, para luego Él conforme a Su voluntad responder nuestras peticiones. No
estoy diciendo que Él te dirá que sí, dije que conforme a Su voluntad, Él
responderá.
“Al Señor esperé pacientemente, y Él se inclinó
a mí y oyó mi clamor.” (Salmos 40:1)
Si hay algo que tienen en común los tres textos que están
acá, es que debemos esperar en Dios. No te desesperes. Si en realidad dices confiar en Dios y estás luchando por agradarle,
espera en Él y aprende a escuchar la voz de Dios en silencio.
Cuando logres aprender a callar, guardar silencio y escuchar
la voz de Dios, verás que tus decisiones serán enfocadas bajo la voluntad de
Dios, y, por supuesto, acompaña esa oración con lectura bíblica.
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