martes, 15 de mayo de 2012

Viviendo para Dios


El que habla de sí mismo, su propia gloria busca; mas el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia. (Juan 7:18)

Nuestros ministerios son un regalo precioso de Dios. Dios ha confiado en gran manera en nosotros para poder desarrollarlos, ayudar a las personas a que crezcan espiritualmente, que conozcan más a Dios, en fin que vivan para la gloria de Él.

Pero muchas veces se nos olvida que nuestra misión no es hacer crecer el ministerio, en número. Nuestra misión es que las personas crezcan espiritualmente, pero no se hace con lindos discursos, con elocuencia; se hace mostrando la bendita palabra de Dios.

Jesús, cuando le hicieron un sinfín de preguntas antes de condenarlo a muerte, siempre se mostró tranquilo, en paz, mostrando la gloria de Dios. La gloria de Dios hace que tengas sabiduría para decidir, para actuar, para hablar, para pensar, etc., pero si no buscas la gloria de Dios, siempre seguirás igual.

No te metas a discipular con filosofía, con humanismo o cualquier cosa que no sea la Palabra de Dios. La Biblia es la única con la cual podrás discipular y hacer que las personas conozcan el vivir para la gloria de Dios.

Cuando vivimos para la gloria de Dios, no quiere decir que dejamos de pecar, siempre pecamos, pero ya no es con la misma frecuencia con la que lo hacíamos antes. Dios en Su gran poder, te ayuda a que digas no. Pero, esto es cuando conoces el vivir para la gloria de Dios.

Jesús mismo nunca buscó llevarse la gloria Él. Siempre buscó darle la gloria al Padre. Jesús respondió: Si yo mismo me glorifico, mi gloria no es nada; es mi Padre el que me glorifica, de quien vosotros decís: “El es nuestro Dios”.” (Juan 8:54) Nosotros no somos nadie para jactarnos de lo que logramos, toda la gloria le pertenece al Padre.

Habrá algunos que puedan decir que ese era Jesús, Él es perfecto, nunca pecó. Sí, es verdad, todo eso es completamente cierto. Pero, todo lo que Jesús hizo fue para que nosotros sigamos Su ejemplo: “Porque para esto fuisteis llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas”. (1 Pedro 2:21)

Cuando prediques, siempre ten presente la Palabra de Dios. Si conoces al Dios vivo, Santo, Justo, Perfecto, Soberano, siempre predicarás la Palabra de Dios. En un líder, pastor, diácono o lo que sea, nunca debe haber arrogancia, altivez, ni prepotencia. Puesto que el líder siempre tiene que estar atento a lo que Dios quiere que haga y Dios aborrece los corazones altivos. “Destruiré al que en secreto calumnia a su prójimo; no toleraré al de ojos altaneros y de corazón arrogante.” (Salmos 101:5)

Debemos humillarnos delante de Dios y entender que el que se manifiesta en nuestra vida es Él, no son nuestras capacidades o bondades. Es la infinita gracia de Dios.

Recuerda que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla.



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