“Si se humillare mi pueblo, sobre el
cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren
de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus
pecados, y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7:14)
Hay ciertos pasajes bíblicos que ya se han
vuelto una tradición ocuparlos en las congregaciones. Mas se ha olvidado el
verdadero sentir de los textos bíblicos. Uno de los grandes errores, en este
texto, es que sólo se lee lo primero y lo último. Lo de orar, buscar el rostro
de Dios y convertirnos de los malos caminos, eso, muchas veces, lo olvidan.
Dios no es el Dios que nosotros queremos que
sea, Dios es el Dios que la Biblia dice que es. Dios es un Dios que no tolera
el pecado, está en contra del pecado, muchas veces consumió poblaciones por su
inmundicia. Dios es un Dios Santo, Justo y Perfecto. Contra Dios no hay
razonamiento humano. Contra Dios no hay teoría que lo derribe.
Vendrán muchos habladores a querernos
convencer de tantas falsas doctrinas. Vendrán muchos predicando a Dios, pero
con sus hechos demostrarán no creer en Dios. Vendrán otros ofreciendo
prosperidad, ofreciendo solo charlas de motivación, ofreciendo que puedes hacer
lo que te venga en gana que no pasa nada.
Pero, la Biblia es muy clara. La Biblia, la
verdad de Dios, nos manda a vivir en santidad para la gloria de Dios. Como
hijos de Dios, debemos estudiar la Biblia todos los días. Debemos atesorar los
mandamientos de nuestro Padre que está en los cielos.
Ya no podemos andar diciendo: “Para mí esto
está bien”, “Yo siento que no tiene nada de malo”, “A mí me parece bien, por
eso lo hago”. Como hijos de Dios esas palabras deben de quedar fuera de nuestro
corazón, ya que nosotros nos debemos a Dios. No todo lo que agrada a los
hombres glorifica a Dios. Por ende, la Palabra de Dios debe ser la que rija
nuestra vida.
Pero en nuestros días preferimos escuchar
cualquier sermón y no prestamos atención si lo que nos enseña es bíblico o son
palabras de hombres. Las palabras de hombres, son palabras que sólo son
emoción. La palabra de Dios te confrontará a que veas que lo que vives no
glorifica a Dios, a que veas qué es lo que a Dios agrada y qué no. La palabra
de Dios va directo a nuestras creencias. La palabra de Dios es la que nos
muestra cómo hablar, cómo pensar, cómo actuar, etc., La palabra de Dios es
irrefutable.
Otro de los aspectos que se están dejando de
lado es la humillación delante de Dios. Ahora solo decimos “Ya le pedí perdón a
Dios”. La Biblia nos manda a humillarnos. Del diente al labio es fácil hablar,
de nuestra fe al corazón de Dios es el reto de nuestras vidas. Dios busca
corazones humillados que le quieran servir, Dios busca corazones sumisos que le
quieran conocer, Dios busca corazones que dejen todo por vivir para Su gloria.
“Entonces
verán todos los pueblos de la tierra que sobre ti es invocado el nombre del SEÑOR;
y te temerán.” (Deuteronomio 28:10)
“Humillaos
en la presencia del Señor y El os exaltará.” (Santiago 4:10)
Lo hermoso de todo es que gracias a nuestro
Señor Jesús, podemos llegar por gracia y misericordia delante de Dios. Dios nos
pide que nos humillemos. Que bajemos todo nuestro ser delante de Él. Cuando el
Padre nos escoge, no hay vuelta atrás. Es momento de adorar con nuestra
humillación delante Él.
Recuerda que la Biblia hay que leerla,
creerla y vivirla. Dios te bendiga.
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