Así que piensen con claridad y ejerciten el
control propio. Pongan su esperanza en la salvación inmerecida que recibirán
cuando Jesucristo sea revelado al mundo. Por lo tanto, vivan como
hijos obedientes de Dios. No vuelvan atrás, a su vieja manera de vivir, con el
fin de satisfacer sus propios deseos. Antes lo hacían por ignorancia, pero ahora sean santos en
todo lo que hagan, tal como Dios, quien los eligió, es santo. Pues las Escrituras dicen:
“Sean santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro1:13-16)
Para poder pensar con claridad y ejercitar el
control propio, es necesaria la oración y la lectura bíblica. Sin ellas dos,
ninguno de los dos puntos que narra el texto se puede lograr.
Sigo sin entender la razón por la que nos
seguimos jactando cuando logramos un objetivo o somos altivos como hijos de
Dios, son dos cosas que me causan un choque y que contradicen toda la Biblia.
Un hijo de Dios no puede ser altivo, de ninguna
manera. Puesto que lo que tenemos lo tenemos por la gracia soberana de nuestro
Dios. De igual manera, no podemos venir a ser petulantes, ya que la salvación
es inmerecida, entendamos que nosotros no podemos hacer nada para ser salvos.
La salvación se nos regala, por la gracia
soberana de nuestro Dios. Nosotros como seres humanos, antes de reconocer a
Jesús como Señor y Salvador, lo único que merecíamos es la muerte y la
condenación eterna. Pero, Dios en su soberana gracia, mediante Su hijo Jesús,
nos ha escogido para ser salvos. Nosotros no somos capaces de hacer absolutamente
nada para poder ser salvos.
Debemos entender que como seres humanos a Dios no
le agradamos, puesto que somos pecadores, somos seres que hacen cosas
abominables delante de Dios, por ende no podemos agradar a Dios. Antes de
proclamar a Jesús como nuestro Señor y Salvador, éramos insensatos, ciegos,
impíos, etc. Pero, gracias a la esa hermosa gracia soberana de nuestro Dios,
ahora que Él nos ha escogido, somos sus hijos.
Como hijos no tenemos nada de qué jactarnos,
absolutamente nada. Dios no se deleita, ni se alegra en nosotros los seres
humanos que nos hemos arrepentido. Dios se deleita en lo que Su hijo Jesús hace
en nosotros. ¿De qué hemos de jactarnos? De nada, de nada y de nada. Es así de
simple.
“Por medio
de Cristo, han llegado a confiar en Dios. Y han puesto su fe y su esperanza en
Dios, porque él levantó a Cristo de los muertos y le dio una gloria inmensa”
(1 de Pedro 1:21). Lo único que
nosotros podemos hacer, es darle la gloria a Dios por todo lo que en nuestra
vida sucede. Ahora bien, si en realidad decimos darle la gloria a Dios por todo
lo que en nuestra vida sucede, ¿Por qué seguimos siendo petulantes y altivos?
La razón es fácil: Porque en nuestro corazón aún existe el sentimiento que
nosotros somos los que logramos las metas en nuestra vida y que “somos buenos”
por eso Dios nos bendice. Mis hermanos, ni una ni otra, Dios bendice por Su
enorme misericordia y todo lo que tenemos, lo tenemos gracias a Él.
Basta de vivir un evangelio del diente al labio,
es momento de vivir el evangelio para la gloria de Dios. Pero, para ello debes
orar, leer, creer y vivir la Biblia. Dios te bendiga.
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