“El cielo y la
tierra desaparecerán, pero mis palabras no desaparecerán jamás.” (Mateo 24:35)
Este
devocional no es de motivación personal, no es para decirte que Dios te concederá
todo lo que pidas, no es para decirte que Dios te concederá el carro, el
trabajo o esa casa. Este devocional es para que nos deleitemos en Su palabra.
Muchas
veces he escuchado decir “Si acepta a Jesús, sus finanzas van a mejorar, Él le
dará la vida que tanto sueña, le dará ese carro, dinero, etc.” Duramente se ha
engañado a la gente ofreciendo promesas que nuestro Señor Jesús en ningún
momento predicó.
No
digo que Dios no te puede bendecir, claro que puede. Pero Él lo hace conforme a
Su voluntad y Su tiempo. No es a nuestro tiempo, no es porque nosotros ya
queremos que lo haga. No confundamos la fe con exigirle a Dios que haga lo que
nosotros queremos, son dos cosas muy diferentes.
Nosotros
no somos nadie para exigirle algo a Dios. Nosotros somos pecadores
arrepentidos, de los cuales Dios ha tenido misericordia y nos ha regalado la
salvación. Pero, somos salvos no por nuestros medios, ni porque nosotros
queramos. Somos salvos por el sacrificio de nuestro Señor Jesús y porque Dios
nos ha escogido.
Debemos
aprender lo que la Biblia enseña, debemos vivir lo que la Biblia enseña. Toda
nuestra vida debe estar regida por la palabra de Dios. Todo, pero todo, pasará
en esta tierra, lo único que permanece es la palabra de Dios, lo único que
queda es la fidelidad de Dios.
Seamos
humildes y humillémonos delante de Dios. Postrémonos ante Su presencia. Dejemos
que sea Dios el que nos mueva, nos oriente y nos guíe. Pero, no vamos a
aprender a saber qué quiere Dios si no leemos la Biblia y no oramos. Nuestra
comunión íntima con Dios es lo que hará que nuestra vida sea para la gloria de
Dios.
Debemos
entender que sin lectura bíblica y sin oración, no existe relación con Dios, no
existe para nada. Ir a la iglesia, sí, escuchamos predicaciones de la palabra
de Dios. Pero no escuchamos la palabra de Dios. La palabra de Dios es la
Biblia, no las palabras de un hombre. No digo que Dios no ocupe a un predicador
para hablar a las personas, claro que sí. Pero, palabra de Dios sólo una: La
Biblia.
Bajemos
nuestra vida delante de Dios y humillémonos. Un hijo de Dios no puede
egocéntrico, altivo o soberbio. Dios a esas personas las ve de lejos, según lo
dice Su palabra. Recuerda que la Biblia hay que estudiarla, creerla y vivirla.
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