“Ningún
poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la
creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo
Jesús nuestro Señor.” (Romanos 8:39)
La verdad
muchos hemos pronunciado un sinfín de ocasiones este versículo. Muchas veces lo
hemos escuchado en predicaciones y hemos dicho un efusivo “amén”. Pero hemos
dejado de orar y leer la Biblia, he ahí que nos estamos alejando de Dios.
Es verdad
que la Biblia dice en Juan 6:37 “Sin
embargo, los que el Padre me ha dado, vendrán a mí, y jamás los rechazaré”.
Pero, yo no me estoy refiriendo al hecho que si la salvación se pierde o no. Me
refiero al hecho que nuestra poca comunión con Dios nos hace que nos alejemos
de escuchar esa linda voz que nos conduce en la vida. Hace que nos vayamos a
millas de distancia de esa mano que nos orienta en los lugares que debemos de
caminar.
Pueden
haber mil excusas del por qué no hablamos con Dios y no leemos la Biblia. Pero
la verdad es que ninguna de ellas es valedera. Cuando dejamos de orar nuestra
vida se vuelve insípida, no tiene alegría, cambiamos de estado de ánimo a cada
momento. No nos gusta nada, criticamos todo y nos aburrimos en la iglesia.
No, no es
el pastor que no preparó el mensaje, no es que la alabanza no te haya gustado.
El gran problema es la poca comunión con Dios. Debemos aceptar que hemos
cometido errores tan tontos solo por el hecho de estar alejados de nuestro
Dios.
Es por ello
que es momento de preguntarnos ¿Dónde estamos? Esta respuesta tiene palabras
muy fáciles para ser desarrollada: Si tú no oras, ni lees la Biblia y sólo vas
a la iglesia con cierta frecuencia; con eso dices que tienes comunión con Dios.
Con gran facilidad te digo que estás viviendo religiosamente y no en una
comunión con Dios.
Te lo pongo
fácil: Chequea tu vocabulario, chequea cuál es tu prioridad, chequea las veces
que has ofendido a alguien y te ha importado poco, chequea tu actitud en la
iglesia, chequea si has ignorado a alguien que te ha pedido ayuda. Si los
síntomas anteriores persisten, es momento de parar de vivir religiosamente y
acudir a Dios en ayuda. Él es el único que puede sanar esa enfermedad.
Cuando nos
sumergimos en la palabra de Dios, cuando vivimos en oración constante, viviendo
la Biblia, creyendo la Biblia; nuestra vida tendrá un sentido muy lindo y una
compañía increíble: Dios.
Recuerda
que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla. Dios te bendiga.
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