¡Oh, cuánto amo tus enseñanzas! Pienso en ellas todo el día. Tus mandatos me hacen más sabio que mis enemigos,
pues me guían constantemente. (Salmos
119:97-98)
¿No les ha pasado que hay momentos en los cuáles
se quedan en blanco sin saber qué hacer, para dónde caminar, qué responder o
cómo hablar?
En nuestra vida habrán momentos duros, habrán
momentos en los cuales nuestra vida se sienta en un callejón sin salida, que sólo
veamos una pared hacia arriba que no podemos escalar. También habrán momentos
que nuestro corazón se sienta lejos de la presencia de Dios y por ende nos
sintamos los más inmundos y sucios pecadores.
No podemos negar que pecamos, no podemos negar
que aún tenemos luchas de hace años atrás. No podemos decir que no nos
equivocamos. Si mostramos esa imagen a las personas, verán a un Dios imposible
de alcanzar.
Nuestro corazón debe ser honesto, primero,
delante de Dios y confesar todos nuestros pecados. Luego, nuestra vida debe ser
un reflejo de esa intimidad con Dios, para que en lo público lo que las
personas vean sea esa gracia de Dios en nuestro diario vivir.
Cuando nosotros entendemos la gracia de Dios, nos
damos cuenta que el egocentrismo no puede formar parte de un hijo de Dios. Si
tú eres líder de una iglesia multitudinaria, eso no te hace mejor hijo de Dios
que alguien que sea líder de cinco personas. Cuando nosotros actuamos
altivamente, lo que estamos mostrando es que nuestras fuerzas, nuestras
capacidades, nuestras virtudes y nuestra inteligencia son las que hacen posible
todo lo que tenemos.
Las personas lo que deben ver no son tus
virtudes, las personas deben ver a Jesús en tu vida. Deben ver lo que Jesús ha
hecho en ti y en mí. No podemos jactarnos de lo que tenemos, debemos darle toda
la gloria a Dios por lo que logramos en nuestra vida, por absolutamente todo.
Lo que las personas deben ver, es a un humano
imperfecto, pero arrepentido que se deleita en los mandamientos de su Dios.
Dios es el que hará que tu rostro, que tu vida, que tus sentimientos, que tu
pensamiento y que todo cambie.
No pienses que tus capacidades son las que te han
hecho lo que ahora tienes. La gracia y la misericordia de Dios han hecho que
logres lo que tienes. Debes deleitarte en la palabra de Dios. Debes gozar la
palabra de Dios, vivir la palabra de Dios, estudiarla de día y de noche. Si
luchas por agradar a Dios en todos tus caminos, luchas por hacer Su voluntad,
luchas por tener una comunión constante, en pocas palabras, vives en santidad,
Dios te respaldará y te dará por gracia y por misericordia. Él nunca te dará
por tus obras, Él te dará por gracia y por misericordia. Estudia la Biblia,
cree la Biblia y vive la Biblia. Dios te bendiga.
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