"Nos
gustaría decir mucho más sobre este tema, pero es difícil de explicar, sobre
todo porque ustedes son torpes espiritualmente y
tal parece que no escuchan. Hace tanto que son creyentes que ya deberían estar
enseñando a otros. En cambio, necesitan que alguien vuelva a enseñarles las
cosas básicas de la palabra de Dios. Son como niños pequeños que necesitan
leche y no pueden comer alimento sólido. Pues el que se alimenta de leche sigue
siendo bebé y no sabe cómo hacer lo correcto. El alimento sólido es para los
que son maduros, los que a fuerza de práctica están capacitados para distinguir
entre lo bueno y lo malo." (Hebreos 5:11-14)
Cuando la Biblia confronta nuestras
creencias, muchas veces nos enojamos, otras la ignoramos. Pero lo más duro de
todo es que la Biblia nos enseña la verdad de Dios y no la leemos.
Cuando aparecen corrientes doctrinales
queriéndonos engañar, queriéndonos llevar a situaciones que no glorifican a
Dios, ¿Qué es lo primero que hacemos? La respuesta es sencilla: Ir a consultar
a nuestro líder. No digo que esté mal consultar a nuestro líder, pero teniendo
la Palabra de Dios, no la leemos y por eso dudamos tan rápido de lo que la
Biblia dice.
Hay cosas tan absurdas que muchas veces
ponen en duda si en realidad amamos a Dios o no, ponen en duda si en realidad
hemos conocido a Jesús como nuestro Señor.
Ya es momento que nos sentemos en la
intimidad de nuestra habitación y nos examinemos si en realidad somos hijos de
Dios o no. ¿Cómo lo veo? Ese es el gran problema. Tenemos ya decenas de años de
estar asistiendo a la iglesia y de escuchar predicaciones, pero no hemos
aprendido nada. Seguimos siendo tan inmaduros como cuando llegamos por primera
vez.
La comunión con Dios no es opcional, la
comunión con Dios no es una pregunta si tú eres un hijo de Dios. La comunión
con Dios es tu fuente de vida. Debemos entender que si decimos ser hijos de
Dios y no leemos la Biblia, no conocemos cómo es Dios, quién es Dios. Puedes ir
a la iglesia todos los días de la semana, decir amén a todo lo lindo de Dios,
aplaudir, cantar las alabanzas; pero si tú no oras en la intimidad con Dios, no
lees Su palabra, debes saber que no tienes relación con Dios.
Tu relación con Dios es personal, tu
comunión con Dios es individual. Para cuando tengas que ir a lo público, no
hables cualquier cosa que te pase por la cabeza, hables Palabra de Dios.
Ya paremos de dar mensajes huecos y sin
enseñanza bíblica. Ya paremos de hablar lo primero que se nos viene a la
cabeza. Debemos estar sabedores que lo que vamos a ir a predicar es la Palabra
de Dios y palabra de Dios sólo hay una: La Biblia.
“Por tanto, dejando las enseñanzas
elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez
el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios”
(Hebreos 6:1)
“Sin embargo, hablamos sabiduría entre
los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría no de este siglo, ni de los
gobernantes de este siglo, que van desapareciendo”
(1 Corintios 2:6)
No, la palabra de Dios no es entretenimiento, la palabra de
Dios es edificación. “Pero tú debes permanecer fiel a las
cosas que se te han enseñado. Sabes que son verdad, porque sabes que puedes
confiar en quienes te las enseñaron. Desde la niñez, se te han
enseñado las sagradas Escrituras, las cuales te han dado la sabiduría para
recibir la salvación que viene por confiar en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada
por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que
está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a
hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y
capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra” (2 Timoteo 3:14-17)
Recuerda que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla.
Dios te bendiga.
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