Es,
pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
(Hebreos 11:1 RV1960)
Estoy
segura que si existieran los Oscars bíblicos, este versículo estaría ternado en
“más leídos, pero menos entendidos”. ¿Por qué “no entendidos”? Porque la fe no
funciona por tiempos, la fe no es momentánea; no hemos entendido que este
versículo bíblico nos enseña el modo de vida que debemos llevar: “Confiar en
Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar
convencido de que algo existe, aun cuando no se pueda ver.” (Hebreos 11:1 TLA)
La fe en
Dios es algo inexplicable. No es decir “Sí, creo en Dios”, sino “Sí, LE creo A
Dios”. Es levantarte cada mañana, con la seguridad de que uno va a recibir lo
que Dios nos ha prometido. Es creer que sus bendiciones, sus soluciones, sus
abrazos, sus recompensas, sus regaños incluso, serán para nuestro bien, para
perfeccionarnos como hijos de Él que somos.
Debemos
aferrarnos a nuestra fe. En los éxitos la fe nos mantendrá humildes, y en los
fracasos nos mantendrá esperanzados. En los momentos difíciles secará nuestras
lágrimas, y en nuestras risas nos ayudará a contagiar a nuestro prójimo. La fe,
la confianza en Dios, ese amor por el Creador, es a lo que debemos aferrarnos.
Nuestra
vida cristiana se basa en la FE. “¿Qué
afirma entonces? “La palabra está cerca de ti; la tienes en la boca y en el
corazón.” Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca
que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los
muertos, serás salvo.” (Romanos 10:8-9)
Si no
viviéramos por fe, y sí por vista, estaríamos totalmente cegados. Porque la
mente humana tiene límites, pero la de Dios no. Si en verdad llevamos al
Espíritu Santo en nosotros, creeremos todas y cada una de las historias de la
Biblia. Hay cristianos que creen la mitad de la Biblia, sí creen que Jesús
caminó sobre las aguas, pero no que Moisés abrió en dos el mar. Eso no es
cristianismo verdadero, ya que la Biblia afirma que predicamos “palabra de FE”.
“Esto es para ustedes motivo de gran alegría,
a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un
tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de
ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará
que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. Ustedes
lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se
alegran con un gozo indescriptible y glorioso, pues están obteniendo la meta de
su fe, que es su salvación.” (1 Pedro 1:6-9) Nuestra fe es más valiosa que
el oro, más valiosa que nuestro cuerpo; es aquella que nos muestra aprobados
ante el Señor Jesús. Creerle a Dios es honrarlo. Y, como dice este versículo,
la meta de la fe, es la Salvación misma.
Sé que te
cuesta muchas veces creerle a Dios. Han herido tus sentimientos, te han
traicionado tus emociones, han hablado mentiras sobre ti o te han dicho
mentiras en la cara y cuando las descubriste fuiste decepcionado. Has llorado
por familiares, por inconversos, por sanidades, por las pruebas que Dios te
pone. Pero no te has detenido a pensar qué es lo que te hace falta realmente:
Un momento con Dios. Un momento para que Él renueve tu fe, renueve tu motivo de
vivir, renueve tus esperanzas.
“En consecuencia, ya que hemos sido justificados
mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También
por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos
mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la
gloria de Dios. Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos,
porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia,
entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no
nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el
Espíritu Santo que nos ha dado.” (Romanos 5:1-5)
Al vivir en
fe, por fe y para fe, tendremos paz en nuestro corazón. La fe es la llave
secreta de acceso a la gracia y misericordia de Dios. La fe es el número de
teléfono privado de Dios, por medio del cual Él nos bendice, nos reanima y nos
fortalece. La fe, nos da esperanza. Y la esperanza, nunca nos defrauda. ¿Por
qué? Porque Dios ha derramado su amor en ti. Aférrate a tu FE. Ya no llores, no
lo mereces, Dios te ha creado para ser feliz.
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