El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el SEÑOR con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro. (Salmos 103:8-14)
Es tiempo que le demos un verdadero significado al amor de Dios por nosotros. Es cierto que Él entregó a Su hijo por nosotros aunque no lo mereciéramos, pero hagamos que su sacrificio haya valido la pena. Veo cristianos que en su interior creen que Cristo no los ha perdonado, se acuestan en la noche pensando en sus errores del pasado y en qué hacer para reponerlos cuando Cristo YA los ha perdonado. Una cosa es humillarnos ante Dios y otra muy distinta es vivir humillados por nuestra vida pasada.
El Señor conoce nuestra condición, y sabe que somos de barro. Sabe cuántas veces, cuándo y cómo le fallarás. Cuando permitió que clavaran a Jesús, tú ni existías, es decir que el sacrificio fue por tus pecados en un futuro. Dios te ha perdonado TODO, lo que has hecho ya y lo que no has hecho aún. Es por eso que no podemos vivir más con una mente de esclavo, sino de hijos del Rey.
Dios no es nuestro amo, es nuestro Papá. Él no quiere obediencia porque nos paga dinero para obedecerle, Él quiere que aprendamos a hacerlo por amor. Tenemos que darle a nuestro Señor todo nuestro corazón y entender que no hay nada que Él no sepa de ti.
El versículo de allí arriba es quizás uno de mis favoritos. Hay días en los que me pongo a pensar en mi pasado, sí, seguro tú también. Pero ya no vivo de él, cuando pienso en mi pasado sólo es para darle las GRACIAS a Dios de sacarme de allí, no para torturarme nuevamente y no sentirme digna de perdón.
Dios no guarda rencor, no se enoja fácilmente, no nos paga con la misma moneda, nos tiene paciencia, nos perdona, y no sólo eso, sino que OLVIDA. Si Dios ha olvidado aquello que tú no puedes olvidar, es tiempo que trabajes en ello.
Somos de barro, sí. Pero elijamos ser una vasija preciosa y única en manos de Dios, no podemos sentirnos menos si somos Sus hijos. No creamos que somos el lodo que se queda en la suela de las zapatillas luego de un día de lluvia, ¡No! Somos vasijas especiales, tesoros, hermosos ante Sus ojos. No permitas que ya nada te haga sentir menos.
De todos modos, cuidado. No quiero decir con esto que seamos orgullosos o egocéntricos, pero sí quiero diferencies “humillarte ante Dios” de “vivir humillado”. Humillarte ante Dios significa rendir nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestros deseos, nuestro corazón ante Él. Es darle el Señorío de nuestras vidas. Pero vivir humillado, es sentirte un perdedor de la mano de Cristo; creyendo que no mereces tanto amor, que no eres digno, que no tienes futuro debido a tu pasado. ¡Cambia tu mentalidad!
Sólo los valientes arrebatan el Reino de los Cielos. Los valientes leen la Biblia y se humillan ante Dios reconociendo sus errores; los cobardes, viven de sus errores una y otra vez, y no hacen valer el sacrificio de Cristo. Los valientes y humillados, arrebatarán el Reino de Dios. Ellos, serán ganadores y victoriosos en Dios. ¿Tú a cuál equipo perteneces?
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