Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los acepto a ustedes para la gloria de Dios. Romanos 15:1
Aceptación y aprobación no son la misma cosa.
Dios nos llama a aceptarnos con amor los unos con los otros. Para un cristiano está prohibido hacer acepción de personas y el desafío que nos dejó el Señor es aceptar al pecador.
Algunos confunden la aceptación con la aprobación y creen que aceptar a todos es aprobarles todo. He visto cristianos que no quieren juntarse con nadie que no sea cristiano porque creen que al hacerlo están diciéndole a los demás que aprueban lo que ellos hacen. Eso es un error. Siempre tenemos que seguir el ejemplo del mismo Jesús. A él lo acusaban de relacionarse con las personas equivocadas. Aun sus amigos no eran las personas más populares de las revistas religiosas de Israel.
Se decía que Jesús era un liberal porque pasaba mucho tiempo con los pecadores. Lo que ocurría es que confundían el aceptar a alguien con aprobarlo. Jesús desaprobó claramente los pecados de las personas que lo rodeaban; sin embargo siempre fue amoroso, sensible y misericordioso. Él conocía la diferencia. Él sabe que aunque Dios odia al pecado, ama al pecador.
Dios no está más en la iglesia de lo que está en el “Mundo”, la causa de Cristo solo puede ser presentada por aquellos que conocen a Cristo, pero debe llegar a los que no lo conocen.
El temor que tenemos como iglesia a ser influidos por el mundo es infundado. Siempre escuchamos de gente que se fue al mundo y a causa de ellos no queremos que otros se arriesguen. Si el cristiano es débil, es porque la enseñanza de la iglesia es débil. Los jóvenes cristianos ya no están apartados para el templo. Están apartados para el mundo. Apartados para ser usados en el mundo con el poder transformador de Jesucristo.
Lo sagrado es la transformación de la sociedad, porque por eso murió Jesús en el sacrificio más sagrado que se haya realizado. Los jóvenes deben ser los mejores amigos de los jóvenes no cristianos. Jesús no vino a fundar una iglesia como hoy la conocemos, el contexto era totalmente diferente al de hoy. Él vino a cambiar las cosas de adentro hacia afuera, no de afuera hacia dentro. Jesús se fue a vivir a nuestro vecindario y ahí en la calle nos encontró y nos cambió. No vino a visitar nuestro vecindario para invitarnos a una reunión. Se hizo tu mejor amigo aunque no merecías ser su amigo. Jesús arriesgó su reputación al hacerse nuestro amigo. Es uno a uno que se gana al mundo. Es cuando el amigo le habla a su amigo acerca de Jesús.
Los jóvenes cristianos existen para mejorar al mundo, no solo para mejorar la iglesia. Están para servir en el mundo, ayudando, levantando, sanando, y no solo para servir en la iglesia. El mundo en el que vivimos precisa desesperadamente de las buenas obras del evangelio.
Dios nos acepta tal como somos aunque no aprueba nuestros pecados. Los cristianos debemos seguir su ejemplo y siempre recordar que el amor es lo primero. Por eso debemos aceptar a todos sin importar lo que tengan en sus bolsillos, el color de su piel, la marca de su ropa ni su tipo de peinado. Aprobar lo que hacen es otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario