“El que quiere amar la vida y ver
días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño” (1 Pedro
3:10)
Creo que todos queremos tener una
buena vida, sin preocupación y tener siempre las cosas que necesitamos.
Pero muchos pensamos que este es un
sueño y que nunca podremos tener una vida como esa, sin preocupaciones y sin necesidades.
Pero al leer la palabra de Dios nos
podemos dar cuenta que sí podemos disfrutar de una vida plena y disfrutar de
cada día que nuestro Dios nos regala.
Hay muchas personas que se confunden
con esta clase de vida. Algunas personas solo buscan a Dios porque saben que él
puede mejorar su vida, piensan que con ir a la iglesia, hacer una media oración
es todo lo que se necesita para que Dios mejore su condición de vida.
Pero Dios no trabaja de esa forma,
para cada bendición que Dios manda a nuestra vida debe haber un pequeño
esfuerzo por parte nuestra.
Cuando hemos llegado a los pies de
Cristo solo con la intensión que él nos dé una mejor vida y no con el propósito
de servirle y adorarle; renegamos porque no vemos esa calidad de vida que
esperábamos.
Pero en realidad Dios no nos puede
dar un nivel de vida mejor si de nuestra parte no hay ningún esfuerzo por
recibir esas recompensas.
Si somos atletas y queremos ser el
primer lugar en la competencia, tenemos que entrenar duro para lograr esa
posición. No podemos pretender llegar en primer lugar cuando no hemos puesto
empeño en ser mejores en el deporte que practicamos.
Pues lo mismo pasa con la carrera de la
fe. No podemos pretender que Dios nos arregle nuestra vida o no de una mejor
calidad si nosotros no estamos haciendo el trabajo que nos corresponde como
hijos de Dios.
En este versículo de 1°Pedro 3 Dios
nos deja unos elementos sumamente importante para ver ese cambio en nuestra
vida.
Si queremos tener una vida plena y
que no hayan problemas que día con día nos agobien, debemos de tomar en cuenta
estos consejos de Dios.
Lo primero que debemos hacer es:
Refrenar nuestra lengua del mal. Que quiere decir esto; que nosotros como hijos
de Dios debemos procurar que de nuestra boca no salgan cosas que vayan a dañar
a los demás, debemos ser prudentes al momento de hablar.
Es importante pedir siempre sabiduría
a Dios para que guíe nuestra lengua, porque en momentos de desesperación, de
enojo o de tristeza, decimos cosas sin pensarlas que dañan a terceros o incluso
a nosotros mismos porque estamos dejando que nuestro interior se contamine de
cosas malas y negativas.
Otra cosa importante de la cual
debemos alejarnos es de las criticas, no debemos mirar con inferioridad a las
personas y hacer comentarios dañinos acerca de nuestro prójimo.
También debemos alejarnos de aquellas
personas que solo se dedican a hablar mal de los demás, a veces tenemos amigos
que siempre buscan criticar algo en las personas y quizá tal vez nosotros no
seamos así, pero al escucha esos comentarios estamos siendo parte de lo mismo y
en poco tiempo seremos igual que ellos.
Otro punto importante que Dios
resalta para tener una vida llena de bendiciones es:
Que nuestros labios no hablen engaño:
Al hacer un sondeo a una cierta cantidad de personas y preguntarles si el día
de hoy han mentido, creo que la mayoría respondiera que sí.
La mentira es un mal que todos los
seres humanos lamentablemente padecemos. La mentira se ha vuelto algo muy
normal en nuestra sociedad, es algo que se ha convertido parte de nuestra vida.
Si analizamos las veces que hemos
mentidos (de las que nos acordamos) muchas de esas mentiras han sida
innecesarias.
Nosotros acudimos a la mentira para
escapar de la realidad, porque sabemos que si decimos la verdad a cerca de una
situación habrán ciertas cosas en nuestra vida que se verán afectadas y no
queremos correr ese riesgo.
Es aquí cuando decidimos mentir; es
decir disfrazar una verdad a nuestra conveniencia para ahorrarnos muchos
problemas. Al hacer esto tan seguido, se vuelve en nosotros una costumbre y
llegamos a mentir en situaciones, en las que decir la verdad no nos afectaría
pero como la mentira ya es parte de nuestra vida, hasta sin darnos cuenta
mentimos.
Dios quiere que nuestro hablar
siempre sea sincero, que no nos aprovechemos de la situación para engañar a las
personas distorsionando la realidad de los hechos, porque lo único que hacemos
al engañar es complicar nuestra vida.
Debemos alejarnos de las mentiras y
procurar decir siempre la verdad aunque muchas veces nos cueste porque sabemos
que hemos sido culpables de alguna situación.
Si nos alejamos de estas dos cosas
que Dios nos manda. Debemos de tener por seguro que nuestra vida irá cambiando,
nos ahorraremos muchos problemas, nuestro nivel de vida será mejor; ya que la
paz de Dios nos cubrirá.
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