“Y se admiraban de su
doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Lucas 4:32)
Siempre en nuestras congregaciones se nos ha
hablado que Dios es amor y que Jesucristo murió por nosotros por amor, pero en
la misma Palabra nos dice que Jesucristo aplicó también la autoridad muchas
veces, al igual que muchos personajes en la Biblia, pero ¿qué es autoridad?...
Autoridad es el dominio, reino, potestad o poder
de mandar o gobernar sobre algo que está subordinado; es decir quien tiene esta
facultad sabe que tiene un cargo mayor y por lo tanto puede manejar tal poder.
Ahora nuestras autoridades terrenales serían nuestro presidente, alcaldes, etc;
y las personas que tendrían esta autoridad en nuestra iglesia serían
respectivamente nuestros pastores, ministros, etc.
Pero hay un grave error o problema que se da en
algunas congregaciones (por no decir en todas) y es que a veces hay personas
que abusan de su cargo o ministerio en la iglesia y convierten esa autoridad en
autoritarismo, que es todo lo contrario a la autoridad, ya que el autoritarismo
solo impone la voluntad de quien tiene el poder, esto se vuelve opresivo
privando así de una libertad y autonomía por parte de los subordinados que en
este caso sería el pueblo de Dios.
Pero a lo largo de mi vida me he dado cuenta de
que la autoridad no solo se puede dar en quien tiene un determinado cargo, sino
también en una persona que trata de defender una causa justa, sus derechos;
recuerdan cuando Jesús purificó el templo?? “Y entrando en el templo, comenzó a
echar fuera a todos los que vendían y compraban en él” (Lucas 19: 45). Jesús,
quien para los fariseos y escribas era el “hijo de un carpintero” hacía y
hablaba con autoridad, una autoridad que nadie había tenido nunca, una
convicción única de las cosas que decía, ya que sabemos que éstas venían de
Dios, pero ellos no lo creían y se sorprendían, porque entre ellos que se
consideraban los más grandes, con renombres y cargos altos, no entendían como
alguien que aparentemente había aparecido de la nada pudiera dar enseñanzas tan
profundas.
Ahora muchos de nosotros independientemente de la
congregación a la que pertenezcamos algunas veces hemos recibido duros golpes,
unos más fuertes que otros, y hemos experimentado diferentes sensaciones y reacciones…
lo cierto es que muchos de nosotros pasamos por problemas que hicieron decaer
nuestra propia aceptación y autoestima y permitimos que esos golpes nos dieran
profundamente, nos quedamos callados sufriendo por dentro dejando que nos
maltrataran solo porque tal vez esa persona o personas eran autoridades
superiores. Muchos dirán que aplicaron lo dicho por Jesucristo “a cualquiera
que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39) eso
es cierto, pero una cosa es amar a tu enemigo y orar por él y otra muy distinta
aplicar autoridad para defender aquello de lo que están cometiendo injusticia,
¿cómo es esto? Pues cuando tú comienzas a ejercer la autoridad de Dios podrás
aclarar y solucionar los problemas o malos entendidos.
La autoridad divina no es una autoridad de
contienda, es decir que aplicar la autoridad de Dios no es que te pongas a
pelear con todo aquel que se te cruce por delante. Porque con la autoridad de
Dios aplicarás también lo dicho en Mateo 5:38-48.
Pero Conseguir este tipo de autoridad conlleva a
tener otros requisitos más, necesitamos lo más importante que es el principio
de todas las cosas… el Amor, una autoridad sin amor es maltrato, y también
necesitamos Sabiduría, porque así sabremos qué momentos son exactos para
aplicar la autoridad sin dañar ni que se convierta en autoritarismo.
Teniendo estas cosas puedes aplicar una autoridad
equilibrada como la de Jesucristo, Él actuó con autoridad, habló con autoridad,
ejerció autoridad, pero aún así enseñaba del amor porque amaba, perdonaba a los
pecadores porque los amaba y “como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus
trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7) este tipo de
autoridad para saber cuándo hablar y cuándo callar solo la podremos obtener con
una cercana comunión con Dios.
Por último y creo que esto lo sabemos todos, es la autoridad que Dios
nos dio frente a los demonios, principados y potestades de maldad “les dio autoridad sobre los espíritus
inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda
dolencia” (Mateo 10:1), así como a sus discípulos Dios quiere darnos la
autoridad para echar fuera a los espíritus inmundos y poder sanar a los
enfermos, de eso se trata el Evangelio del Reino del cual Jesús vino a
hablarnos. Dios nos ha dado la autoridad y depende de nosotros ejercerla,
debemos vencer las tentaciones, es el mismo enemigo que pide nuestra alma para
probarla (Job 1) y nos manda los malos pensamientos, pero nosotros debemos
alejar cualquier tentación porque “¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera.
Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos
6:1-2), Nosotros tenemos la autoridad, debemos aprender a vencer los temores,
sacar nuestras dudas y dejar que Dios
mismo nos guíe, debemos “Resistir al diablo para que huya de nosotros” (Santiago.
4:7), esos malos pensamientos no son de Dios, nosotros tenemos que comenzar a
aplicar esa autoridad que Dios nos ha dado para declarar que todo espíritu
inmundo y que todo ataque del enemigo se va, porque pueden “venir contra ti con
espada, lanza y jabalina; pero tú vas contra
ellos en el nombre de Jehová de los ejércitos, y los vencerás” (1 Samuel
17:45).
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