“En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde
anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.” (Filipenses 3: 20)
Dicen que somos raros, que somos anormales;
porque creemos en algo que no vemos y declaramos lo imposible con fe. Dicen que
si nos provocan nos harán pecar junto con ellos. Dicen que no disfrutamos la
vida como debe ser. Que Dios es bueno y que no creen que nos condene al infierno, porque es Amor.
Infinidad de cosas parecidas puedes escuchar a lo largo de toda la vida, eso sí, también
acompañado de hirientes insultos, de
golpes, de maltrato. Pero poco a poco Dios nos fortalece y nos
hace acostumbrarnos de tal manera
que eso vale la pena de una forma jamás pensada.
Es que en realidad, no somos de este mundo, bueno sí, pero no pertenecemos
a aquí. La situación divaga en el sentido de la vida, ésta, acompañada
de dolores, y cosas raras. Nos hace cada vez
dudar, quizá de lo que somos.
Al creer en un Dios inimaginable y tan poderoso e infinito, la
gente te puede decir tantas cosas; pero
la cosa varia cuando tú te dejas influenciar por esos comentario,
y justo después en tu adolescencia , te
dejas influenciar por tu generación, por
vergüenza y por muchas cosas que te hacen sentir mal. ¿Quién dijo que sería
fácil? , Jesús dijo:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese
a sí mismo, tome su cruz y sígame.” (Mateo 16: 24)
Tienes
que negarte, y esa pequeña letra del contrato
debe de resonar todos los días, y efectuar cada momento lo que dijo Juan
el Bautista:
“Es
necesario que Él crezca, y que yo mengüe” (Juan 3: 30).
Pues, si tú crees en Dios,
inmediatamente eres perseguido por el
Mundo.
Anhelas seguir cada día a Dios, cada momento,
cada nueva mañana. Anhela estar con el Salvador,
eso te animará a seguir todos los días.
Ese sueño, esa visión de correr y abrazar las rodillas de Jesús, es algo
indeleble en todo creyente.
Si te dicen
raro, si te dicen: “pastor” u
otros pseudónimos, no mengües, alégrate
porque estás marcando lo suficiente tu
línea, para que vean que no eres cualquier persona. Marcas tú espacio y tus
límites.
¿Fácil? Nadie lo dijo, ni el propio Rey de reyes, él
dijo que seríamos atribulados; pero tranquilo, recuerda:
“…Que
estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no
desesperados; perseguidos,
mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo
siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús
se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4: 8-10 ).
Andar en Jesús es difícil, pero no imposible, porque aunque
el mundo se venga a toda velocidad a chocar contigo, recuerda:
“En el mundo tenéis tribulación; pero confiad,
yo he venido al mundo.” (Juan 16: 33)
Nuestro Capitán es Sempiterno, no hay nada que
lo pueda vencer. Nos manda a la lucha que, donde el enemigo está acabado.
Recuerda…
Tu ciudadanía, no pertenece al mundo, está en los Cielos.
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