viernes, 13 de abril de 2012

Reconstruyendo la adoración

EL DEVOCIONAL DEL DÍA DE HOY ES TOMADO DEL PASTOR JAVIER DOMÍNGUEZ. (https://www.facebook.com/note.php?note_id=297046760348956)



En un mercado competitivo el secreto del éxito es darle al cliente lo que él quiere, al precio que le guste. Y en el mundo corta gargantas del iglecrecimiento el adaptar las prácticas de adoración para ajustarla mejor a los gustos de los que no asisten a la iglesia se ha convertido en un milagro de mercadotecnia. ¿Está la gente aburrida de la predicación? Bueno, recorta ese tedioso sermón antiguo, haz a un lado esa sofocante teología y aliviana tus “mensajes” con montones de chistes, anécdotas y tópicos piadosos. ¿Prefiere la gente ser entretenida que edificada? ¡Bien, echa mano de esa música especial! Si la implementas bien, con todos los coros, solistas y números especiales, ¡la congregación ya no tendrá que cantar! ¿Acaso la televisión ha destruido los períodos de atención? ¿Qué tal presentar algún drama o quizás hasta una pequeña danza litúrgica? Con suficiente ingenuidad puedes hacer tu servicio de adoración tan inofensivo que la gente vendrá desde millas a la redonda para aplaudir tus esfuerzos.

Muy bien, de esta forma obtienes una iglesia llena de madera espiritual muerta, pero hombre, ¡serás exitoso! Puedes construir una opulenta planta física llena de caras sonrientes. Y, hey, el obrero es digno de su salario, ¿no? No solo hay recompensas físicas (más gente = ofrendas más grandes = mejor paquete salarial para el pastor), sino que serás solicitado como conferencista denominacional. ¡Incluso podrías conseguir un programa de radio y hasta un contrato para escribir un libro por esto! Oh sí, claro que hay ventajas en complacer a los hombres antes que a Dios – hasta el día en que el Todopoderoso Rey Soberano de la Creación juzgue tu vida, ministerio, comunidad y nación por apostasía. Y justamente ahora estamos siendo juzgados.

Por negar la eficacia de la ley, la extensa Cristiandad evangélica se hunde en un cenagal de absurdidad subjetiva, humanista, auto-gratificante y blasfema, en poco diferente a los cultos paganos sincréticos de fertilidad de hace tres mil años. Por lo tanto, repensar el concepto completo de adoración es una tarea crítica. Así que comencemos en el principio.

Las palabras Bíblicas para adoración tienden a enfatizar dos aspectos distintos, una actitud y una acción. Un grupo de términos Hebreos literalmente significa “postrarse,” y de allí “reverenciar” (e.g., Éx. 20:5; Dt. 26:10). Muchos términos del Nuevo Testamento conllevan el mismo énfasis. Hay una actitud hacia Dios que debemos tener si vamos a adorarle apropiadamente. Nuestro Dios es un Dios santo y majestuoso, poderoso, grande, imponente en todos sus caminos. Por tanto, la adoración Bíblica ha de enfocarse en el carácter, naturaleza, atributos y actos de Dios (Dt. 32:3) para dirigir a los hombres pecadores a sus rodillas en humilde sumisión a este Rey grande y glorioso (Is. 45:23). Debiese alentar una actitud de reverencia y temor (Lev. 25:17; Pr. 9:10, etc.).

El segundo aspecto de la adoración Bíblica enfatiza la obligación que le debemos a Dios. Dios ordena a su creación (y especialmente a su pueblo pactal) a adorarle. Por tanto, Dios mismo determina el contenido de la apropiada adoración. Puesto que es una labor, un deber, una obra ofrecida a Dios, debe ser hecha de acuerdo a la ley de Dios. El “fuego extraño,” no importa con cuánta sinceridad se ofrezca, es una abominación y será juzgado (cf. Lev. 10:1-2). Así pues, no podemos ni debemos atrevernos a acercarnos a Dios en alguna otra manera, excepto la que Él haya señalado. La adoración no es algo con lo cual bromear.    

EN "Espíritu y Verdad"

Uno de los textos cruciales del Nuevo Testamento sobre la adoración viene del encuentro de Jesús con la mujer Samaritana en el pozo. Ella había preguntado si los Judíos o los Samaritanos eran quienes estaban en lo correcto con respecto a su adoración. Jesús contestó que la adoración Bíblica debía ser en espíritu y verdad (Jn. 4:20-24), criticando así tanto a Judíos como a Samaritanos. Los Samaritanos eran indudablemente sinceros (sus ancestros habían sido devorados por animales salvajes por no adorar a Dios), pero habían mezclado la verdadera adoración con innovaciones paganas. Tal adoración no era ni es aceptable a Dios.

Sin embargo, aún cuando los Judíos tenían un mejor conocimiento, su adoración, no importan cuán correcta era técnicamente, también era inadecuada porque no era “espiritual.” El término “espíritu” podría significar el Espíritu Santo con la implicación de la necesidad de la regeneración. Romanos 12:1-2 ayuda a clarificarlo un poco más. El “Espíritu” también se refiere a la naturaleza interior – adoración que procede del corazón del hombre. Dios no está interesado en el ritual por causa del ritual mismo (Pr. 21:3; Ec. 5:1; Os. 6:6, etc.). La adoración Judía del templo puede haber sido según la letra de la ley del Antiguo Testamento, pero para los tiempos del Nuevo Testamento esta no fluía de corazones regenerados. Cuando el Ungido apareció, hacia quien todos los sacrificios tenían la intención de señalar, fue rechazado por su propio pueblo. Rechazaron a Cristo porque ya habían rechazado a Dios. Dios no quiere que la gente simplemente vaya y haga los movimientos correctos, aún cuando los movimientos sean los correctos. Él desea una adoración de corazón (Mt. 15:8-9; Is. 29:13). Los Judíos debiesen haber guardado la ley, mientras adoraban de corazón. Ambos aspectos son esenciales.

La respuesta a la insensatez moderna no es un retiro hacia el tradicionalismo confortable. Esto no es un debate entre el estilo de adoración “tradicional” versus el estilo “contemporáneo,” sino más bien sobre la naturaleza misma de la adoración. La palabra de Dios establece cómo es que Él ha de ser adorado en verdad; y por lo tanto la adoración ha de estar basada sobre sus mandamientos específicos (Jn. 17:17). Sin embargo, si se le presiona un poco, el hombre de iglesia promedio dirá que la prueba crucial de la adoración es, “¿Cómo me hace sentir?” La gente asiste a la iglesia hoy para tener una cierta experiencia, ya sea emocionalismo rampante, tradicionalismo confortable, o sólo entretenimiento. Los sentimientos, no la ley, son la base para la adoración evangélica contemporánea. Como decía uno de mis profesores del seminario, “La gente no viene a la iglesia para sentirse mal, sino para sentirse bien.”
  
Pero si el pueblo de Dios le adora en espíritu y verdad, no siempre estarán cómodos o entretenidos ni necesariamente felices. Nuestro Dios es fuego consumidor (Dt. 4:24), y el venir a su presencia con un corazón lleno de pecado es una cosa temeraria (Heb. 10:27). La verdadera adoración nos dirigirá hacia nuestras rodillas en humildad, mientras somos convictos de nuestros pecados (Is. 6:5). 

La verdadera adoración expondrá la oscuridad en nuestras almas y nos hará desear la justicia que viene sólo de Cristo (Mt. 5:6). La verdadera adoración alivia nuestra culpa a medida que confiamos sólo en Cristo. La verdadera adoración magnifica a Dios y glorifica su nombre, pero raras veces es confortable y nunca busca complacer a los hombres.

La adoración en espíritu y verdad se halla centrada en Dios, no centrada en el hombre. Se enfoca en el carácter, naturaleza y atributos de Dios: en lo que cantamos (y cómo lo cantamos), en lo que oramos (y cómo lo oramos), en lo que predicamos (y cómo lo predicamos). En todas estas cosas, la adoración Bíblica se orienta por la palabra.




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