Si Dios no construye la casa, de nada sirve que se esfuercen los constructores. Si Dios no vigila la ciudad, de nada sirve que se desvelen los vigilantes. De nada sirve que ustedes se levanten muy temprano, ni que se acuesten muy tarde, ni que trabajen muy duro
para ganarse el pan; cuando Dios quiere a alguien, le da un sueño tranquilo. Salmos 127:1-2
Tú puedes tener problemas, puedes haber caído en depresión, puedes haber puesto todas tus fuerzas en solucionar aquellas situaciones de tu vida que no te agradan, has intentado levantarte una y otra vez, puedes haber perdido el amor de tu pareja, puedes haber pasado por miles de cosas, pero hasta que no lo pongas TODO en manos de Dios, no se solucionará.
Ese Salmo siempre me ha gustado y siempre ha llamado mi atención. Imaginemos la construcción de un edificio: están todos los materiales, el cemento, los ladrillos, el agua, los metales, los vidrios, la arena, están los constructores, las máquinas para levantar todos los elementos pesados, la excavadora; pero falta el arquitecto. ¿Cómo van a saber los constructores cómo deben de hacer el edificio si no está el arquitecto que diseñó el plano?
A eso se refería este Salmo, de nada sirve que nos esforcemos si no tenemos al Arquitecto de nuestra vida. Dios te creó, conoce cada uno de tus problemas, penas, lamentos y debilidades, Él ha construido tu vida. ¿Cómo saldrás de donde te encuentras si no le preguntas a Tu arquitecto? Dios no quiere que te valgas de tus propias fuerzas y que intentes luchar por un mejor puesto de trabajo, luchar porque te respeten, luchar porque dejen de criticarte, Él te dice: “ACUDE A MÍ, YO PELEO TUS BATALLAS”; el mismo Salmo dice “Cuando Dios quiere a alguien, le da un sueño tranquilo”.
Es lógico que como humanos busquemos hacer todo por nuestras propias fuerzas, nos creemos seres independientes con el poder de Superman para salir de en medio del pozo en el que nos metemos. Pero Jesús mismo le dijo a sus discípulos: “Si ustedes se mantienen unidos a mí, yo me mantendré unido a ustedes. Ya saben que una rama no puede producir uvas si no se mantiene unida a la planta. Del mismo modo, ustedes no podrán hacer nada si no se mantienen unidos a mí. El discípulo que se mantiene unido a mí, y con quien yo me mantengo unido, es como una rama que da mucho fruto; pero si uno de ustedes se separa de mí, no podrá hacer nada.” Juan 15:4-5
Nada somos fuera de Dios, nada podemos hacer. Por más que grites, patalees, y luches, tu arma frente a un problema debería de ser la Oración. Cierta frase que leí dice “Somos mas grandes de rodillas que puestos sobre nuestros pies. De pie indico mi estatura, de rodillas mi dependencia”. La dependencia es la llave a una vida llena de éxitos y bendiciones.
“Un maestro al despedirse de su discípulo, luego de haberle enseñado todo lo que necesitaba para defenderse en la vida, le dijo: - Mi amado discípulo, ya te he enseñado todo lo necesario para salir triunfante en esta vida, sin embargo me falta darte este último regalo (entregándole un trocito de papel doblado). Y añadió: Cuando estés en los momentos más tristes de tu vida: Lee el papelito. Cuando te encuentres en problemas y sientas que no puedes más: Lee el papelito. Cuando te sientas incomprendido y muy solo: Lee el papelito. Cuando te sientas la persona más feliz de ésta tierra, y que nada te falta: Lee el papelito. Cuando te encuentres en los momentos más angustiantes de tu vida: Lee el papelito -. Entonces luego de escuchar al maestro, el discípulo leyó el papelito y decía: "Solo el amor de Dios es eterno, nada más puede perdurar para siempre"”
Si Su amor es eterno, tu dependencia también lo es. Cuando depositas tus cargas sobre el Señor, todo empieza a obrar para bien. Cuando te postras ante Él en oración, crecerás más. Cuando sientas que has perdido el plano de tu vida, busca al Arquitecto. Cuando veas que bendiciones no llegan a tu vida, fíjate si has firmado ya tu Declaración de Dependencia. Dios ama la obediencia, y parece increíble; pero cuando el mundo nos ofrece libertad en realidad nos esclaviza, y cuando nos hacemos dependientes del amor de Dios, somos verdaderamente libres.
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