Dios mío, ¡yo estoy muy orgulloso de ti! ¡Todo el tiempo te bendeciré! ¡Mis labios siempre te alabarán! Ustedes, los humildes, ¡oigan esto y alégrense conmigo! Salmos 34:1-2
Qué lindo es alabar a Dios cuando todo nos sale bien, pero qué valorado testimonio cuando lo alabamos en las adversidades. David bien sabía esto. Él empezó siendo pastor de ovejas, luego guerrero y acabó siendo perseguido; pero en ningún momento sus labios dejaron de alabar a Dios.
Así como en las películas, David se había convertido en “EL MÁS BUSCADO” de su época. Había pueblos que no le permitían siquiera la entrada. Y David no había perdido su esperanza, él seguía confiando en su Dios. Y eso tuvo su recompensa, Dios lo libró de que casi lo mataran sin que David se lo pidiera.
Y es que cuando alabamos a Dios, cuando vivimos en Su presencia sin depender de nuestras circunstancias, cuando ponemos nuestra mirada en Él y no en los hombres, cuando confiamos en Sus promesas en vez de enfocarnos en nuestros problemas, todo eso tiene sus frutos.
A ti te digo, no calles tu canto. No calles aquello que Dios hace por ti aún cuando estás en medio de algo difícil. No calles el amor del Padre que espera recorrer cada rincón de este mundo. Si tú callas, será una voz menos que anuncie el cielo. Y si hay muchos como tú, pronto nadie hablará del Verdadero Amor. Se perdería la esperanza de este mundo, así que a ti te digo, no calles tu canto.
Sé que es difícil, sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero contamos con la ayuda de Dios. Si no confías en que sea posible, lee la Biblia y descubre cuántos como tú han pasado por la historia.
Moisés, David, Pablo, Jesús, Abraham, Ester, María, Isaías; y te aseguro que hay más nombres en aquella lista, esa lista de luchadores de fe. A pesar de las adversidades que atravesaron, el mismísimo Jesús también, no dejaron de alabar a Dios.
El título de este devocional se lo debo a una canción de Blest y Rojo que ha marcado mi vida: “Con todo mi corazón”. La letra dice:
“Si la mañana pierde su esplendor, si mi aliento cesa o llega el temor, sólo Su rostro veré. Si la esperanza ha muerto y ya no hay amor, si todos te rechazan alrededor, mi canto no callaré. Yo te amo con toda mi vida, todo mi corazón. Te deseo, eres mi adoración. Yo te adoro por lo que tú eres, no por lo que soy yo. Te anhelo más que a nada Señor, con todo mi corazón. Si un día amaneciera triste y vacío, sin hojas, en silencio, mudo y frío, mis labios no cerraré. Si las campanas callan por el dolor, y si las flores lloran al irse el sol, sólo en ti confiaré”.
Yo amo y alabo a mi Dios, por lo que Él es, no por lo que soy yo. Yo lo alabo porque sé que aunque por momentos me toque atravesar por tormentas, mi Dios siempre brillará por sobre ellas. Por eso decido, mi canto no callar. ¿Y tú?
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