Y Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes las palabras de vida eterna”. Juan 6:68
Todos los días vivimos diciendo que sí confiamos en Dios, que sí creemos en Él, que sí lo amamos etc. ¿Pero, en realidad lo estamos demostrando con nuestra vida?
También, vivimos pidiéndole a Dios que nos dé sabiduría, que nos ayude a entender su propósito en nosotros, que nos discernimiento para saber decidir etc.
Ahora bien, quiero que te pongas a pensar si lo que has estado haciendo en realidad va acorde a lo que haces en tu diario vivir.
Solo Dios tiene palabras de vida, Jesús mismo lo predicó. Jesús mismo lo mostró con su testimonio. Jesús nos ha mandado a seguir sus pasos, Jesús nos ha mandado a ser como Él fue. Esto, se podría decir que es imposible. Que jamás podremos ser perfectos, y es verdad.
Jesús no nos pide perfección, nos pide que nos dejemos perfeccionar por Él. No estoy diciendo que dejaremos de pecar ni equivocarnos. A lo que me refiero es a la santidad que Jesús nos manda a tener. Más que a tener, la tenemos que vivir.
Jesús no les pidió a sus discípulos que continuaran haciendo lo mismo, cuando los llamó. Él, fue muy claro al decirles que lo siguieran. Si Jesús les pidió que lo siguieran, de su propia boca; ¿Por qué nosotros nos quedamos sentados, en una zona de comodidad sin movernos?
Dios, no es un Dios estático. No es un Dios sedentario. Dios, es un Dios que te pide que te muevas para seguirle. Te pide que trabajes por Él y para Él todos los días de tu vida. Dios nos pide que prediquemos su palabra. ¿Qué hemos hecho para extender el reino de Dios ahora?
¿Por qué le decimos Señor a Dios, si no hacemos lo que Él nos manda? El Señorío de nuestro Dios, el Señorío de Jesús en nuestra vida es determinante y fundamental. No podemos decir que creemos en las palabras de vida eterna de Jesús, si no le obedecemos.
Jesús nos manda a obediencia, Jesús nos manda a santidad. Nos manda a que vivamos en amistad con Él. Que nunca se nos olvide que la amistad con el mundo, es enemistad con Dios.
Recuerda que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla. Solo así conoceremos las palabras de vida eterna.
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